Introducción al tema
La anhedonia es la incapacidad para disfrutar de las cosas buenas que nos ofrece la vida: familia, amigos, trabajo, ocio…Las personas que no quieren vacaciones o las minimizan al máximo, suelen padecer este síndrome: son incapaces de disfrutar de otras actividades que no estén relacionadas con su trabajo. Este síndrome aparece en todos los sectores laborales, también en Hospitality. Es un problema difícil de detectar que puede manifestarse a través de un distrés que se prolonga más allá de los seis meses continuados, sobre todo, entre el personal que no ficha.
Las personas no adictas al trabajo, podemos dedicar muchas horas a nuestras profesiones, pero el resultado de este esfuerzo es la satisfacción personal y laboral. Este bienestar lo desplazamos a otras áreas: tenemos vida familiar, hacemos deporte o quedamos con los amigos sin que la mente viva encadenada a las preocupaciones del trabajo.
Por el contrario, las personas adictas al trabajo sienten una pasión obsesiva, denominada workaholism y acuñada por el psicólogo Wayne Oates, que en 1971 la describió en su libro autobiográfico “Confesiones de un Workaholic”. El adicto al trabajo trabaja muchas más de las 40 horas semanales que marca la ley, no puede parar y, si lo hace, se siente culpable. Atrapado en sus listas de tareas, disfruta de su trabajo antes de volver al agobio de lo que le falta por hacer. No es adicto porque trabaja mucho, sino porque le domina el impulso a trabajar y no permite que su mente descanse.
Más horas trabajando no significan, en todos los casos, un mayor rendimiento. Además, el adicto al trabajo suele ser una persona problemática trabajando en equipo: vive en su mundo, estresado e irritable y no suele delegar, por lo que tiene conflictos con los compañeros. Por otro lado, su ansiedad le lleva a bucles que no le dejan ver las soluciones al problema.
Desde RRHH, le dieron un ultimátum a Manuel García (nombre ficticio) como Jefe de Ventas en una cadena hotelera. Su excesivo perfeccionismo hacía que los comerciales se marcharan a los pocos meses de estar bajo sus órdenes. «Me encanta mi trabajo, es lo más importante de mi vida», decía. La palabra “vacaciones” era tabú para él: «¿Qué hago con todo ese tiempo libre?». Tuvo que aprender a desconectar del trabajo y conectar consigo mismo, empezar a hacer running y reconquistar a su pareja quien, desde hacía meses, se sentía transparente.
Causas de la adicción al trabajo
Todos los estudios apuntan que, para ser un alcohólico laboral, deben darse varios factores, a saber:
- Tener una personalidad dependiente, en este caso, a la realización eficiente de la tarea y al reconocimiento de sus superiores, colaterales o colaboradores, como fuente de autoestima.
- Por otra parte, estas personas desarrollan un tipo de perfeccionismo disfuncional por el que se preguntan, continuamente, si lo estarán haciendo bien, lo que incrementa su inseguridad.
- Pueden tener rasgos obsesivo-compulsivos, les dan muchas vueltas a sus decisiones, se agotan y vuelven a trabajar para calmarse: es su bucle neurótico.
- Suelen ser personas ambiciosas y competitivas, pero sus expectativas son tan elevadas, que resultan difíciles de alcanzar. Sufren de exceso de responsabilidad por lo que les cuesta delegar y presentan un rasgo masoquista: asumen la sobrecarga de trabajo con resignación e irresponsabilidad hacia su salud.
En general, hay dos perfiles de personas adictas al trabajo:
- Las que están muy solicitadas por su eficacia e implicados con su carrera, donde el componente narcisista es mayor.
- Los que temen enfrentarse cada día a su trabajo, agobiados por las tareas y por sus dudas para realizarlas de forma adecuada, en tiempo y forma. Este conflicto les dificulta para alcanzar sus logros y, en el caso de adicción grave, los lleva a fracasar una y otra vez.
Suelen manifestar que, en su infancia y juventud, la única forma de obtener alabanza de sus padres era demostrar esfuerzo y sacrificio, pero a costa de reprimir sus propios sueños.
Otra semilla se encuentra en las instituciones educativas muy exigentes, que priman el éxito incluso a costa de la salud de las personas. En China, Japón y Corea del Sur, existen guarderías de “alto rendimiento” que preparan a los niños para ser ultra competitivos en los niveles educativos posteriores y, posteriormente, en las empresas donde presten sus servicios profesionales. Solo aquellos afortunados que superan un examen, pueden acceder a las guarderías de alto rendimiento. El lema de este tipo de instituciones educativas es “Prohibido fracasar”. También en Estados Unidos, hay guarderías donde los niños deben superar un examen para acceder a ellas. Muchos adultos no lo superarían.
En general, la adicción al trabajo funciona como esas trampas de pesca para atrapar pulpos, que una vez dentro ya no pueden salir de ellas. Diferenciamos tres fases, que explicamos seguidamente:
En la primera fase, nos encontramos con una puerta grande que invita al adicto al trabajo a pasar. Le domina su sentimiento de capacidad y valía, los jefes no necesitan imponerse porque los empleados se quedan después del horario establecido de forma voluntaria.
En la segunda, el espacio se estrecha y quedan atrapados en sus listas de tareas. Se dan cuenta de que tienen que frenar para que su salud mental no se resienta, pero el cerebro se obsesiona con la tarea pendiente y se olvidan amigos y familiares: «¡Me gusta el trabajo!, les dicen. La nicotina y el café (y otras sustancias) se vuelven sus fieles compañeros. Si un estudio de 2002 demostraba que directivos y gerentes utilizaban tranquilizantes (hachís) y estimulantes (cocaína), a partir de la crisis de 2007, el consumo de drogas entre directivos de todos los sectores (encabezado por HOSTELERÍA) se incrementó por el miedo a perder el empleo.
En la tercera y última fase, aparecen síntomas físicos: úlcera estomacal, presión arterial alta y problemas cardiovasculares: se calcula que el 25% de los enfermos coronarios entre 40 y 60 años son adictos al trabajo.
En algunos países del primer mundo, como Reino Unido se ha acuñado el síndrome del sábado, que afecta a ciertos trabajadores sólo en su tiempo libre: jaquecas, migrañas… Su cerebro no está acostumbrado al descanso y reacciona de esta forma ante la inactividad. Llegados a este punto, es difícil salir de la trampa sin ayuda externa.
Adicción al trabajo
Además de los síntomas físicos, propios del sedentarismo, la adicción al trabajo también conlleva síntomas emocionales y relacionales. Veamos cada uno de ellos.
Síntomas emocionales. El adicto al trabajo tiene ansiedad por las muchas tareas pendientes que suele tener. Cuando deja de trabajar, tiene la sensación de vacío porque su mente no está acostumbrada a relajarse. Se muestra malhumorado e irritable con sus familiares y amigos cuando no puede trabajar, como un alcohólico en crisis de abstinencia.
Su autoestima se apoya, exclusivamente, en su actividad laboral, por eso no puede bajar la guardia y la relajación es difícil de alcanzar. Un síntoma muy significativo de la adicción al trabajo es la anhedonia o incapacidad de disfrutar de las cosas buenas de la vida, en cualquiera de sus múltiples manifestaciones: familia, comida, bebida, amigos, viajes, deportes…
Sara nació en 1997 y es de la generación millennial. Según un estudio Project Time Off, las personas de su edad son «mártires del trabajo», ya que se mueven en un contexto laboral precario y sienten temor a ser reemplazados, por lo que es fácil que caigan en las conductas de adicción al trabajo. Está aprendiendo a no ser autoexigente y relajarse cuando no está trabajando.
Project Time Off entrevistó a 5.641 empleados que trabajaban a jornada completa y obtenían alguna remuneración por sus vacaciones. El 48% de los nacidos entre 1981 y 1997 encuestados tiene la percepción de que es bueno que sus jefes los vean como mártires, en comparación con solo un 39% en caso de la Generación X (1965-1980) y un 20% en el caso de los Baby Boomers (1946-1964), que considera esa imagen de sus superiores como positiva. El mismo informe también establece que un 43% de los mártires del trabajo son millennials, muy por encima de los otros rangos de edad.
Síntomas relacionales. La familia y los amigos se resienten de esa dedicación exclusiva al trabajo, no sólo por el poco tiempo que le dedica el adicto al trabajo, sino porque piensa que le roban tiempo ¡con todo lo que tiene que hacer! Se vuelven egoístas y se relacionan sólo con las personas que le pueden aportar algo para su trabajo y reaccionan con irritabilidad y enfado ante nimios detalles.
En consulta, son las parejas o hijos (o los empleados si los tiene) los que vienen pidiendo ayuda agotados por la tensa relación con el adicto al trabajo con un ¡arréglelo, por favor! en la mirada. Una de estas personas fue a terapia de pareja con su mujer. Trabajaba de sol a sol y al llegar a casa, después de cenar, volvía a conectarse con su oficina on line. Los fines de semana se sumergía en un letargo emocional donde sólo le apetecía estar en casa. Tuvo que conectar con su malestar personal, acotar los horarios de trabajo e instalar el parón tecnológico radical en casa.
Soluciones para tener en cuenta
Los perfiles más proclives a ser adictos al trabajo son hombres y mujeres de entre 30 y 50 años. Algunas profesiones son más vulnerables: los artistas por el estrés de la creatividad, los ejecutivos de cualquier sector que no delegan, los políticos que buscan poder por la implicación, las profesiones de ayuda a los demás, las de riesgo como los servicios de seguridad, los periodistas por el estrés de la crónica diaria y las amas de casa por el aburrimiento y la soledad.
A continuación, se proponen algunas herramientas de ámbito individual y familiar para mejorar la calidad de vida de los adictos al trabajo.
Individuales
- Parar los pensamientos en torno al trabajo con instrucciones positivas como «mañana será otro día» o «me ocuparé de los problemas laborales sólo en horario laboral».
- La técnica de las actividades placenteras obligatorias. Para aprender a distraerse haga una lista de 20 actividades gratificantes y realice «obligatoriamente» una al día.
- Utilizar los sentidos corporales. Coma despacio sintiendo los sabores de los alimentos y los olores de las bebidas, escuche música apreciando los tonos o mire un cuadro observando los colores.
- Desconexión tecnológica. Use la tecnología solo en horario laboral, no duerma con el móvil cerca y no se lleve el ordenador de vacaciones.
- Buscar nuevas aficiones. Anímese a hacer una nueva actividad que no conozca; el bricolaje o el ajedrez le están esperando.
- Practique técnicas de relajación como yoga, taichí o respiración. Empiece en vacaciones y nunca más lo deje.
Familiares
- No improvisar. Organice un listado de actividades y de planes definidos para los fines de semana, puentes y vacaciones.
- Establecer normas para el uso de la tecnología, horarios de descanso y de ocio.
- Ayude a su pareja a distraerse. Si habla del trabajo, dígale que el horario laboral ya se acabó. Hay que reconocer que los adictos, si se sienten valorados, aceptan mejor las nuevas propuestas.
El trabajo es una fuente de gratificación que aporta compensación económica, favorece el reconocimiento social y la autovaloración. Pero se nos puede ir de las manos. Si éste es su caso, le sugiero la receta italiana del dolce far niente: si quiere poder trabajar y desarrollar su creatividad mañana, disfrute de no hacer nada hoy.
Pasión o adicción
Existe un modelo psicológico para explicar dos tipos de pasión: la pasión por el trabajo (pasión positiva), diferenciándola de la adicción (pasión obsesiva). Es el Modelo Dual de la Pasión. Una actividad se convierte en pasión positiva cuando forma parte de la identidad personal: por ejemplo, como profesor en activo desde 1980, esta profesión es parte de mi personalidad, ha dado forma a mi identidad y es un valor central en mi vida, al que dedico mucho tiempo y energía.
Además, ante ciertos grupos de alumnos, me produce un estado de flow, sensación placentera de que el tiempo pasa muy rápido y no nos damos cuenta porque la actividad que hacemos nos apasiona y nos reta al mismo tiempo. Pero lo anterior no implica que siga practicando deportes de lucha desde hace 50 años. Esto me relaja y me da la energía necesaria para afrontar clases de cinco horas seguidas, largos viajes…
Por el contrario, la pasión obsesiva no es libre y no permite adaptarse. La actividad produce autoestima, pero no identidad. Por eso, parar significa que la propia imagen se desmorona. Hay que trabajar para ser alguien, nos dice un tirano interior que nos impide respirar.
El papel de la tecnología
El primer mundo es bipolar. Las corrientes que impulsan a conciliar el trabajo con la vida familiar y personal conviven con los que cada día dedican más tiempo al trabajo como fuente de satisfacción (o de adicción).En este sentido, la tecnología desempeña un papel fundamental para decantar las cosas en una u otra dirección. Trabajamos en un contexto de globalización donde los profesionales de Hospitality necesitan estar conectados 24/7/365. Muchas personas sufren esta necesidad de conexión: peticiones de trabajo a cualquier hora, sin filtro ni control, problemas personales porque estas peticiones pueden interferir en la vida familiar y riesgos para la salud al no poder descansar o tener ocio.
La tecnología nos ayuda y nos amenaza al mismo tiempo. Por eso, la «desconexión digital», el regular y acotar los horarios disponibles para trabajar y descansar, es necesaria. Como la tierra sobreexplotada, necesitamos barbecho. Las empresas de nuestro sector necesitan favorecer el compromiso de sus empleados para funcionar mejor y esto sólo se consigue si se cuida también su salud.
Depresión estival
La época estival se asocia con felicidad. No obstante, para un pequeño porcentaje de población, la depresión de la tumbona se produce en verano. Algo raro dado que, incluso estos pocos que se deprimen durante el verano, son los mismos que durante once meses al año esperan, como la mayoría, la llegada de las vacaciones. Los psicólogos austriacos que acuñaron el término de “depresión de la tumbona” lo atribuyeron a la incapacidad para liberarse del estrés acumulado durante el año.
Para evitarla, es conveniente:
- Poner límites. Establecer horarios de uso del portátil y del teléfono móvil.
- Ser realistas. Planificar unas vacaciones sin exceso de actividad y pactadas con la familia para no generar desencuentros.
- Ilusionarse. Recuperar amigos con los que nos sentimos bien, leer libros que nos hagan desconectar y practicar ejercicio moderado.
- Respetarse. Hay que recordar que las vacaciones sólo deben ser interrumpidas por problemas familiares graves.
La depresión de la tumbona suele llegar tras un año con objetivos muy difíciles de lograr, tanto en el trabajo como en la familia, un sobresfuerzo que está llevando a muchas personas a tomar ansiolíticos y antidepresivos. En el ámbito profesional, se han despedido a personas e incrementado los objetivos de ventas. Dos personas hacen el trabajo de tres, con el consiguiente aumento de ansiedad por llegar a los objetivos marcados.
Conclusiones
Belén Barreiro, expresidenta del Centro de Investigaciones Sociológicas, nos explica en su libro “La sociedad que queremos. Digitales, analógicos y empobrecidos”, que la forma en que se consumen los contenidos ha cambiado completamente por la generalización de las tecnologías digitales.
La mayoría de las personas nos despertamos con la alarma del móvil, lo utilizamos como radio y MP3, nos guiamos a través de su GPS, conectamos con la pareja o amigos, hacemos fotos los fines de semana y en vacaciones y las compartimos en Instagram, escribimos un tuit o leemos un periódico digital. Sólo los diarios españoles producen cientos de noticias diarias.
Esta experta nos aconseja no esperar al verano para desconectar: “Hace unos años, asociábamos el trabajo a un entorno determinado, hoy en día ya no es así. Podemos trabajar a distancia, en el tren o incluso desde casa, por lo tanto, en la medida en que podamos, hay que poner límites“. Quizá apagar el teléfono móvil sea demasiado ambicioso, indica, pero está en nuestra mano la búsqueda del equilibrio para sobrevivir a la infoxicación, nuevo concepto que se refiere a la “sobrecarga de información provocada por la profusión de contenidos”, define Alfons Cornella, fundador de Infonomía y autor en 2003 de “Infoxicación: buscando un orden en la información”.
“Lo bueno es el equilibrio. Para no saturarnos, aconsejo disfrutar de todo lo que hacemos, aunque no se fotografíe y comparta al instante en las redes; socializar en las cenas y poner el móvil en modo avión para que no nos molesten, porque si ocurre algo importante acabaremos enterándonos, y dejarse el teléfono en casa si vamos a la playa”.
“La continua actividad laboral puede conllevar un elevado nivel de excitación, angustia y sensación de no adaptación”, apoya Glòria Tresserras, neuróloga de Imecba, centro médico de Top Doctors. Se denomina estrés laboral. “Nuestro cerebro consume un 20% de la energía que produce el cuerpo, por eso es importante descansar la mente“, añade.