La pérdida y desperdicio de alimentos en el mundo es una de las ineficiencias más preocupantes para la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, y a todas luces un óbice a superar para la erradicación del hambre que azota el planeta.
Al hablar de hambre desde la comodidad de una silla mullida y el calor del hogar, no es difícil imaginar el fenómeno como algo lejano. Pero la realidad es que esta plaga no es endémica del continente africano, ni siquiera lo es de los países tercermundistas o en vías de desarrollo. Hay hambre al lado de nuestras casas.
Claro ejemplo de ello son las necesidades de la Federación Española de Bancos de Alimentos, que disfruta de cobertura mediática durante la Navidad solo para esperanzar a algunas personas famélicas durante las fechas señaladas y pasar a un nuevo ciclo de olvido social que se prolonga, para muchos dolorosamente, hasta los siguientes festejos navideños.
El desperdicio de alimentos es un problema que aqueja a todas las industrias y sectores implicados en su producción y venta.
En Occidente, las pérdidas de mayor relevancia se producen durante la cosecha y el consumo. Para poner el asunto en perspectiva, basta indicar que un pequeño porcentaje perdido en el sistema de distribución español supone a nivel estatal un derroche de 50.000 toneladas; o lo que es lo mismo, una cantidad suficiente para alimentar a 43.000 familias al año.
Pese a lo clamoroso de la situación, no hay soluciones consensuadas, por lo que supermercados, restaurantes y hogares acaban aplicando el dicho ‘cada maestrillo tiene su librillo’.
La solución a un problema endémico
Ya hemos hablado en alguna otra ocasión sobre el caso concreto de los locales de restauración. Simplemente en España, los restaurantes y servicios de catering pierden 63.000 toneladas de comida. Alrededor de un 40% de lo producido.
Tanto para los propietarios como para la sociedad, es acuciante solventar la situación.
Algunos restaurantes se han afiliado a la iniciativa de FoodForAll, una app móvil que permite recuperar los restos de comida y venderlos a una quinta parte del importe original.
Además de contribuir a una alimentación sostenible, los restaurantes se benefician de las siguientes formas:
- Aumentan los beneficios a la par que reducen los costes.
- Se abren a una nueva clientela.
- Obtienen promociones gratuitas a través de redes sociales.
- Mejoran su imagen social y de sostenibilidad al colaborar con la FFA.
Otra aplicación análoga es Nice To Eat You. El software español funciona bajo el lema ‘la comida no se tira’ y ofrece una segunda vida a los alimentos que van a ser descartados o los platos preparados que no se han vendido. Una foto, una localización cercana y un precio reducido es todo lo que hace falta para que la comida no acabe en el contenedor de la basura.
El efecto que el uso generalizado de estas aplicaciones que promueven la alimentación sostenible podría tener en el ecosistema gastronómico nos son desconocidas, pero una app similar conocida como Stop Spild Af Mad (freno al desperdicio de alimentos) ha conseguido reducir los productos alimentarios que entran al sistema de recogida de basuras danés en un 25%.
El éxito rotundo se debe a la gran aceptación de la propuesta. Por eso los proyectos conjuntos son pequeñas victorias en una guerra que dura ya milenios.
https://youtu.be/aLck4tTohQs
En Londres, otra iniciativa grupal comienza a tomar forma. En la ciudad británica, 50 restaurantes optan ahora por vender la comida que van a tirar a precio de ganga. Entre los locales que se ha unido a la experiencia están Aubaine, Hummus Bros, The Chop House, Detox Kitchen y Aquavit.
En España, WeSaveEat, se erige como una buena opción para rentabilizar las sobras en los restaurantes. Esta aplicación gratuita está ganando adeptos a pasos agigantados porque permite convertir en una oportunidad lo que hasta hace muy poco se presentaba como un problema tanto económico como moral.
El meollo de todo este revuelo es Karma, la última aplicación en el mercado que pretende dar salida a esa comida que se queda sin vender.
Karma tiene su origen en Suecia y forma parte de un conglomerado de empresas emergentes que se debaten por poner fin al desperdicio de comida en los restaurantes y en los puntos de venta al por mayor.
Con apoyo financiero de la firma VC, más conocida por haberse inmiscuido en las empresas de Groupon, y de Sophia Bendz, experta en mercadotecnia para la compañía vecina, Spotify, la situación de Karma es vibrante.
En un principio, la aplicación se dedicaba exclusivamente a tratar con restaurantes, pero ahora trabaja con todas aquellas tiendas que listen productos comestibles. Las fruterías suponen un porcentaje nada desdeñable de sus clientes. En total, ya son mil negocios en Suecia los que cuentan con Karma y, con la calurosa acogida que ha recibido en los restaurantes londinenses, este número no hará sino aumentar.
Una de las cofundadoras de Karma, Elsa Bernardotte, apunta que “nadie quiere admitir que es parte del problema”. Con contadas excepciones (por ejemplo Dan Barber del Blue Hill de Nueva York o Doug McMaster del Silo de Brighton, cuyos locales operan bajo la máxima de no generar desperdicios), esto no es algo que puedan decir los restauradores. Por eso “todo el mundo tiene un papel que desarrollar”, recuerda animada Bernardotte.
Así funciona Karma
Los restaurantes comprometidos con la alimentación sostenible solo tienen que registrarse como negocios y rellenar sus datos.
Con la información de geolocalización, Karma presenta en pantalla los restaurantes participantes que se encuentran cerca del usuario del terminal móvil. Esto se consigue fácilmente gracias a la integración del sistema GPS del teléfono y del mapa que aparece en pantalla.
En la parte inferior, se muestran las ofertas vigentes, con su precio y el número de unidades restantes. La ley de la oferta y la demanda hace su magia. Surgidos de la nada, entran por la puerta nuevos clientes cuya cara no resulta desconocida para el personal del local. Los descuentos de hasta el 70% sobre el precio original atraen comensales que normalmente no accederían a estos establecimientos. Una buena forma de rentabilizar la comida que hubiera acabado en el cubo de la basura.
Los nuevos comensales agradecen la oportunidad de degustar platos que de otra manera no hubieran disfrutado, por ejemplo los del restaurante nórdico premiado con dos estrellas Michelin, Aquavit, donde una cena supera fácilmente los 50€.
Los restauradores también aprecian los esfuerzos de Karma. Hani Nakkach, fundadora de Aubaine Restaurants, comenta que “el éxito reside en su simplicidad, que crea una situación en la que todos los involucrados ganan a la vez que se preserva el medio“.
Y aunque los clientes se hagan con unos bocados deliciosos por un precio irrisorio y los restaurantes hagan caja gracias a la comida restante, los verdaderos ganadores son el medio ambiente y la sociedad. La lucha contra el hambre y en pos de la alimentación sostenible se libra en todos los eslabones de la cadena de producción y venta, también en los restaurantes.