Diego Coquillat - El Periódico de los Restaurantes

El despertar de la cocina chilena

En los últimos años, el continente americano se ha lanzado hacia una carrera frenética por liderar y lograr un posicionamiento internacional en turismo gastronómico. Sí durante mucho tiempo fueron México y Argentina las abanderadas por medio de una cocina fusión en base a la cultura indígena y española en el primer caso; y una convergencia entre la española e italiana con la criolla e indígena en el segundo, ahora es Perú quién ha sabido pulir su materia prima hasta casi conseguir que los recursos iconos del país sean sus teloneros en turismo.

No es casualidad que en estos países, donde convergen diferentes culturas, que por otro lado es la esencia de este continente, se haya abierto un diálogo en torno a la mesa, de cómo el origen de la gastronomía es clave para su futuro. Una inteligente y elegante estrategia de promoción turística en el país de los Incas ha sido parte esencial y responsable de los frutos que hoy obtienen.

En sus últimas campañas se ha visto como el foco está en unas manos que cultivan y siembran, que cazan y pescan, y que relatan como su historia comenzó a escribirse hace miles de años. Una historia llena de particularidades, de fusiones, de variedades, de colores y sabores. Pero sobre todo una historia de amor, de intentar, de mezclar, de aprender, de experimentar, de crear. Y es que, sin lugar a dudas, en la vida como en la cocina, el trabajo a fuego lento es la clave para el éxito. Y en este caso, la comunicación hace justicia a una indiscutible realidad.

Es a partir del S. XVI, con la llegada de los españoles, cuando Chile, como sucede con el resto de los países del continente, comienza un proceso de mestizaje cultural donde productos traídos de Europa promueven una nueva cocina y donde se fusionan y surgen nuevas recetas. Las carnes de vacuno, porcino y ovino, desconocidas hasta el momento, comienzan a restar protagonismo al guanaco, la llama o alpaca.
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Chile: una historia por descubrir

En los créditos de cualquier gran producción de cine, ya tendríamos en letras mayúsculas los nombres de los protagonistas. Pero como buen cinéfilo, uno no debe levantarse de la butaca hasta que las luces se prendan. Y es que la paciencia nos puede deparar inesperadas sorpresas. Y son los secundarios los que en muchas ocasiones apoyan o sustentan la escena. Limítrofe a las ya mencionadas primeras espadas, Chile tiene una historia por descubrir. Uno de esos personajes que requiere de un director joven, novel y con ganas de arriesgar para darle un papel que lo ponga en el radar del público.

Tras casi cinco años en Santiago y habiendo tenido la oportunidad de vivir en primera persona la intimidad de un territorio ajeno, Chile, como país, no solo se esconde tras una formidable y majestuosa codillera que lo ha mantenido alejado de los focos. También atesora y entraña una cultura gastronómica que está esperando ser descubierta. Y donde se han comenzado a dar pasos en esa dirección.

Más de 5.000 kilómetros de costa que se recorren desde el desierto más árido del mundo, hasta los más fascinantes glaciares. Y su gastronomía no podría ser de otra manera.
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Sí me preguntaran que es Chile para mí, sin dudarlo contestaría que es como la vida misma. Puro contraste. Como el frío y el calor, como el amor y el odio. Extremos que no se tocan, pero se acercan. Más de 5.000 kilómetros de costa que se recorren desde el desierto más árido del mundo, hasta los más fascinantes glaciares. Y su gastronomía no podría ser de otra manera.

Es a partir del S. XVI, con la llegada de los españoles, cuando Chile, como sucede con el resto de los países del continente, comienza un proceso de mestizaje cultural donde productos traídos de Europa promueven una nueva cocina y donde se fusionan y surgen nuevas recetas. Las carnes de vacuno, porcino y ovino, desconocidas hasta el momento, comienzan a restar protagonismo al guanaco, la llama o alpaca.

La riqueza del mar y la variedad de verduras fueron el gran aporte del país. De este intercambio, surgen los primeros referentes de la gastronomía chilena, como la Olla Podrida o Puchero Criollo, muy similar al español, en base a carnes, papas y verduras, de la cuál es heredera la actual Cazuela Chilena.
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Cultura gastronómica nacida de la fusión

La riqueza del mar y la variedad de verduras fueron el gran aporte del país. De este intercambio, surgen los primeros referentes de la gastronomía chilena, como la Olla Podrida o Puchero Criollo, muy similar al español, en base a carnes, papas y verduras, de la cuál es heredera la actual Cazuela Chilena.

A los españoles les sucedieron alemanes, croatas, franceses e italianos, qué junto a países limítrofes como Argentina y Perú, comenzaron a dibujar la nueva realidad culinaria que hoy día encontramos difuminada por todo el territorio nacional.

En palabras del Chef Guillermo Rodríguez, para muchos de nosotros el mejor referente nacional, la historia de la cocina chilena está por escribirse: “Nosotros de historia propiamente de la cocina chilena como tal no podemos hablar. Yo creo que estamos tejiendo nuestra historia, estamos armando la historia de la cocina chilena, una cocina cuya historia, nunca se ha escrito”.
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Sin embargo, y a diferencia del resto de los países del continente anteriormente mencionados, donde se ha sabido contextualizar y poner en valor la base de sus cocinas, en Chile es una asignatura pendiente. En palabras del Chef Guillermo Rodríguez, para muchos de nosotros el mejor referente nacional, la historia de la cocina chilena está por escribirse: “Nosotros de historia propiamente de la cocina chilena como tal no podemos hablar. Yo creo que estamos tejiendo nuestra historia, estamos armando la historia de la cocina chilena, una cocina cuya historia, nunca se ha escrito”.

Es aquí probablemente donde se inicie el camino que permita a la gastronomía chilena reconocerse y dotarse de una identidad propia. Rescatando de la memoria colectiva, lo que fuimos y lo que somos. Plasmando por escrito una historia milenaria y un legado de siglos que ha pasado de padres a hijos. Estableciendo las líneas maestras sobre las que seguir construyendo un recetario rico en diversidad y contrastes. Protegiéndose de realidades que le son ajenas y que distorsionan un espacio único que sigue siendo un hasta ahora desconocido en el fin del mundo.

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