Adivinen el país:
- Uno de sus más infames productos es el gutter oil, el cual se ofrece, a modo de mofa, como si fuera un sabroso tentempié en las subculturas más oscuras de la red. Se trata de aceite reutilizado capaz de provocar una arcada refleja, pues su procedencia incluye lugares tan variopintos como cloacas, desagües de restaurantes y residuos de matadero, entre otros selectos orígenes.
- Sufrió un tremendo escándalo relacionado con la seguridad alimentaria en 2008, cuando varios derivados lácteos incluyendo sustitutos artificiales para la leche materna fueron adulterados con melanina, la cual causó que 300.000 bebés enfermaran con problemas renales y seis de ellos murieran a causa de sendos cólicos nefríticos.
- Los alimentos con podredumbre no se desechan. Se pintan con colorantes (a veces tóxicos), se preservan con cera y se mezclan con diversos componentes químicos. Así vuelven a presentar un aspecto apetecible, pese a que sean dañinos para el consumo humano. Estos mismos compuestos se utilizan en ocasiones para crear algo totalmente nuevo, como por ejemplo carne de cordero a base de rata o morcillas artificiales.
- Su industria alimentaria estuvo involucrada en la venta y distribución de carne en mal estado a grandes marcas de restauración con presencia en todo el mundo como McDonalds, KFC, PizzaHut, Starbucks y Burger King.
Para los despistados, estamos hablando de China.
Son muchos los desafíos a los que se enfrenta el gigante asiático. La población del planeta sigue en aumento y pronto podríamos estar hablando de los ocho billones de habitantes. Durante los próximos dos años, China contribuirá a alcanzar esta cifra con unos 30 millones de nuevos ciudadanos.
Sin embargo, su capacidad de producción de alimentos tiene un límite. Un límite que no da abasto con el reciente cambio de costumbres que se ha dado en el país, consecuencia del actual aperturismo en una sociedad otrora recluida y que en la actualidad siente una profunda predilección (¡y fascinación!) por la dieta occidental.
Dado que el consumo de productos con alto contenido en lípidos y proteínas no puede ser saciado por el sector primario de la tercera potencia económica del mundo, han surgido dos iniciativas para dar respuesta a las nuevas necesidades de esta sociedad china modernizada:
- La importación de productos alimentarios desde socios estratégicos en el comercio como puedan ser Corea, Japón o Australia.
- La adulteración de los productos demandados por los ciudadanos sin importar su peligrosidad o efecto sobre el bienestar y la salud de las personas.
Así, entre los chinos, quienes suelen entender las crisis como oportunidades, han proliferado los engaños, la picaresca y las actividades plenamente delictivas relativas a la producción, distribución y venta de alimentos. Se ignoran todas las directivas relativas a salubridad, higiene y seguridad alimentaria. Prima el dinero por encima de todo. Es la realidad de la China capitalista del siglo XXI.
La lista de ejemplos ofrecida anteriormente no supone ni siquiera una mínima parte de los escándalos que han salido a la luz, y como es tradición en este tipo de actividades ilícitas, la mayor parte del iceberg alimentario permanece oculto entre tinieblas. ¿Podrá hundir al titán chino?
La población del país comienza a buscar productos foráneos temiendo la procedencias de los alimentos con origen dentro de las fronteras de su propio país. Una suerte de antiopatriotismo que los mantiene vivos y en buenas condiciones de salud. ¿Realmente se les puede culpar por ello?
Sin embargo se comienza a esbozar una solución a estos problemas de confianza, y como no podría ser de otra manera, tiene su base en la tecnología. En concreto, la tecnología blockchain es la que podría volver a convencer a la población de que los productos comprados en los supermercados o establecimientos de restauración chinos son aptos para consumo humano gracias a su propiedad de inmutabilidad.
JD, la segunda mayor plataforma de e-commerce en China, impulsa el uso de la tecnología blockchain en la alimentación
Desde verano de 2017, la plataforma comercial china JD ha estado comprobando con sus propios ojos las bondades de la cadena de bloques.
Comenzó entablando una relación con Kerchin, un productor de carne de ternera de la región autónoma china de Mongolia Interior. El proyecto piloto ha permitido que los habitantes de tres de las ciudades más populosas del sureste asiático, Pekín, Shangai y Guangzhou, puedan comprobar hasta el último detalle sobre la procedencia de los alimentos.
La cadena de bloques es una tecnología criptográfica que impide que la información contenida en ella se modifique. Si se cambia el más mínimo dato, el bloque queda invalidado y se conoce que la cadena ha sido vulnerada. Y es que la forma más simple de definir el blockchain es como un sistema que consensúa los eventos ocurridos en el pasado entre varios participantes.
Así, en el caso de las terneras, se puede garantizar con plena confianza la procedencia de los alimentos derivados de ellas (filetes, hamburguesas o incluso productos más procesados): información de los padres, granja en la que se han criado, de qué se han alimentado, qué medicinas han consumido, cuándo y dónde se han sacrificado…
En cada una de estas etapas, dos o más personas acuerdan la información que va a entrar en la cadena de bloques, y una vez que está allí, esta es inmutable.
Para Kerchin, una empresa que mueve un negocio de 300 millones de dólares, de los cuales al menos un 10% procede del comercio digital, esta tecnología promete aumentar la satisfacción de los consumidores.
La periodista Echo Huang narraba su experiencia con el sistema de Kerchin para la revista Quartz:
Para comprender el proceso, encargué un filete redondo […] de JD la tarde del 14 de julio [de 2017] en Guangzhou. Con un peso de 200 gramos […], la carne llegó al día siguiente, repartida por un trabajador postal de JD. Contenida dentro de una caja negra, la parte frontal tenía una apertura que mostraba el corte de ternera y la trasera un código QR con instrucciones para extraer la información sobre mi comida.
Escanear el código mediante la app de JD cargó una página en el navegador de la app titulado como «El maravilloso periplo de la ternera». Debajo de estas palabras la imagen de una vaca tumbada en una pradera. La siguiente página mostraba el número de serie de la vaca y un código alfanumérico de 64 dígitos que se refería a la transacción de venta.
Había mucho que explorar. Supe que mi vaca tenía tres años, pesaba 605 kilogramos […], y que fue atendida por un veterinario local llamado Na Qin antes de ser sacrificada el dos de julio. De la raza Simmental, la vaca vivió en una granja de Kerchin identificada como «1556» y fue alimentada con una dieta de maíz, trigo y paja. […]
Su carne fue objeto de numerosas pruebas para detectar bacterias, contenido de agua y hormonas del crecimiento. […] Mi filete fue declarado libre de ractopamina (una droga estimulante del crecimiento) semanas antes de ser sacrificada.
Una tecnología para asegurar la trazabilidad de los alimentos y dinamizar el comercio
Siempre es posible que el fraude tenga lugar en comandita entre varios entes que se beneficien mutuamente, y que introduzcan información falsa en la cadena de bloques. No obstante, éste es una paso en la buena dirección, y las autoridades chinas se caracterizan por su intransigencia al tratar con las conductas nocivas para la sociedad. Como mínimo se espera que la integración del blockchain solvente algunos de los desafíos que plantea la trazabilidad de los alimentos.
Es previsible que una implantación generalizada de este sistema (basado en Hyperledger, una solución de blockchain open source para empresas) reduzca notablemente los casos de envenenamiento por alimentos en China.
Y si efectivamente así ocurre, en consecuencia se vería una dinamización del comercio de alimentos interior chino al recuperarse el consumo de los productos cultivados y criados en la propia tierra. Esto, además de resultar positivo para la sociedad y la economía, supondría una reducción de las exportaciones que a su vez aumentaría la sostenibilidad medioambiental de este sector al requerir menos transportes y, por ende, consumo energético.
La trazabilidad de los alimentos mediante blockchain está en auge, no solo en el mercado chino, sino en todo el mundo. Empezarán a quedar atrás iniciativas como la de la Plataforma Mundial para el Seguimiento de la Seguridad Alimentaria, que ofrecía una ingente cantidad de información sobre más de 70 millones de artículos alimentarios a través de códigos de barras.
En EE.UU. también se comienza a explorar la cadena de bloques como método antifraude. En un intento conjunto por potenciar la transparencia en la producción de alimentos, la Cooperativa de Granjeros Grass Roots con sede en Arkansas (Estados Unidos), la empresa emergente británica Provenance y Heifer International han comenzado a usar blockchain.
Entre la información disponible no solo se hallan datos sobre su ganado vacuno, también se pretende revalorizar el sacrificado rol que desempeñan los ganaderos en todo el ecosistema alimentario.
El fundador y gerente general de Grass Roots se hacía eco de la mudanza de los tiempos: «Los americanos tienen un creciente interés por comprender mejor qué es lo que está comiendo. Según el estudio de 2016 de Label Insight, el 83% de los consumidores quieren más información sobre qué contiene su comida, y yo coincido totalmente en que así es».
Los resultados de esta pesquisa se ven reafirmados por una estampa que cada vez es más común en los supermercados y establecimientos de alimentación de España y Latinoamérica. A la hora de hacer la compra, ha surgido espontáneamente un nuevo paso entre que se toma el envase del estante y este entra en el cesto o carrito. Nuestra juventud se permite unos instantes para comprobar la presencia de alérgenos, el origen de los productos, la empresa dueña de la marca o los valores calóricos y nutricionales indicados en el reverso del paquete.
Un cambio en la seguridad alimentaria que se presume global
Por eso, no hay tiempo que perder. La carnicería Golden Gate Meat Company de San Francisco fue la primera en unirse a la plataforma de Provenance.
De vuelta en China, JD continúa potenciando la acogida del blockchain anunciando nuevas cooperaciones. Su último socio comercial es InterAgri, una empresa australiana especializada en la exportación de productos cárnicos vacunos procedentes del despiece de terneras de pura raza Black Angus.
Sus productos premium tienen su origen en las bucólicas granjas de Victoria, Tasmania y sudeste de Australia Meridional, y llegarán a los platos de los comensales chinos junto con toda la información que estos puedan requerir. Todo ello gracias a la cadena de bloques y a la Alianza de Seguridad Alimentaria por Cadena de Bloques lanzada conjuntamente por JD, Walmart, el Laboratorio Nacional de Ingeniería para Tecnologías de e-Commerce de la Universidad de Tsinghua e IBM.
El director ejecutivo de tecnologías de JD, Chen Zhang, se sentía especialmente ilusionado sobre el último acuerdo firmado: «Estamos implementando de manera incremental las soluciones de trazabilidad basadas en blockchain. Los consumidores de China no solo quieren productos importados de calidad, quieren saber que pueden confiar en quién y cómo ha entregado la comida, y la cadena de bloques nos permite ofrecer esta seguridad».
No será la última vez que oigamos hablar de este tipo de iniciativas, blockchain ofrece una solución elegante a este y otros problemas de confianza.