Los estudiantes de la Universidad de California, Berkeley, están de celebración, pues ahora pueden disponer de reparto de comida en el mismo campus gracias a un simpático robot de reparto.
La creación es obra de la empresa emergente Kiwi, que aún se encuentra en su etapa inicial de entrada en el mercado. Pese a su juventud, han conseguido una aproximación interesante al transporte de alimentos preparados en el ámbito urbano.
Para lograrlo cuentan con una insólita solución basada en el transporte multimodal; es decir, aquel que emplea varios métodos de transporte para llevar mercancías de un punto. Y lo más interesante de todo es que estos vehículos utilizados tienen integradas tecnologías de conducción autónoma y robótica.
Por ejemplo, el pequeño KiwiBot es el encargado de hacer el último tramo, discurriendo para ello por las aceras de la ciudad en compañía de los transeúntes. Se trata de un pequeño módulo rodante dotado de un chasis que recuerda al de un todoterreno en miniatura. Sobre esta plataforma se encuentra un contenedor, de dimensiones algo mayores a los típicos cajones usados en las motos de reparto, donde se acomoda la comida para llevar.
Unos 300 metros es la media de distancia recorrida por el KiwiBot, que además de contar con unos perfiles suaves dispone de una pantalla LED el frente que muestra un emoticono amistoso a los viandantes.
Y es que para Felipe Chavez Cortes, director ejecutivo de la compañía, las «aceras son sagradas». Felipe, que además es el fundador de la empresa, continúa: «Necesitamos crear tecnología que interactúe con la gente de la mejor manera posible. Por eso empleamos varios tipos de robots. Este […] [robot] se encarga del 80 por ciento de los pedidos».
¿Y el 20% restante? El pequeño KiwiBot tiene un punto débil. No puede recorrer grandes distancias. Su autonomía es limitada y su velocidad reducida. Así, mientras se desarrollaban las primeras experiencias de campo, los tiempos de entrega durante el reparto de comida eran demasiado dilatados.
Esto ha cambiado, no obstante. Hasta el momento KiwiBot ha completado unas 10 000 entregas de comida con un tiempo medio estimado de espera de 27 minutos para el comensal, lo cual supone que es más rápido que el 65% de los repartidores humanos. ¿Cómo lo han conseguido?
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Todo esto es posible gracias a la combinación del KiwiBot con otro producto de la compañía, el Kiwi Triike. Se trata de un triciclo autónomo de grandes dimensiones que lleva equipado un cajón trasero en el que se pueden acomodar varios KiwiBots. De esta manera, el triciclo, mucho más veloz, se encarga de llevar los pequeños robots de reparto a puntos estratégicos desde los cuales puedan completar el último tramo hasta el cliente que ha ejecutado el pedido desde la app móvil.
En palabras del propio Felipe: «Comenzamos con un robot yendo desde el restaurante al domicilio del cliente y descubrimos rápidamente que aquello era ineficiente, así que creamos un sistema multimodal. Tenemos tres robots: uno dentro del restaurante, una bicicleta semiautónoma que circula por la carretera y los robots que hacen el último tramo. Disponemos de robots destinados en la ciudad, y luego, con los triciclos, podemos recoger docenas de menús al mismo tiempo y cargarlos en los robots. Los robots hacen los últimos 300 metros. Funciona. Ahora mismo es más barato que usar repartidores humanos, y las compañías tienen control sobre el reparto».
Aparte de una reducción en los costes asociados al reparto de comida a domicilio y de un mayor control sobre el proceso en conjunto, el sistema multimodal de Kiwi es también más respetuoso con el medio ambiente.
En vez de usar vehículos con motor de combustión, cuyas emisiones de gases y partículas resultan dañinas para el medio natural y la salud humana, se emplean vehículos eléctricos, cuya huella de carbono e impacto medioambiental es mucho menor. Así, se da un paso más hacia una mayor sostenibilidad en los procesos asociados a la restauración.
La empresa emergente Kiwi no sería una realidad sin el apoyo de Berkeley SkyDeck, un punto de encuentro para la innovación, el emprendimiento y la aceleración de ideas con capacidad transformativa global. En su sede, los KiwiBots están por todos lados, pareciera que el edificio hubiera sido tomado por los pequeños y alegres robots de reparto.
En el entorno del lugar fue donde se realizaron las primeras pruebas de tránsito de los módulos rodantes. Allí fueron dotados de las cámaras con capacidad de reconocer obstáculos que evitan que el aparato choque contra otros usuarios de las aceras o entorpezca el paso de los peatones. Algo que se alinea claramente con la percepción del director ejecutivo de que las aceras son sagradas.
Y aunque Kiwi ya está dando servicio a los estudiantes hambrientos del campus, e incluso más allá, todavía siguen trabajando desde la SkyDeck pues queda mucho que hacer.
Uno de los desafíos a los que se enfrentan es el hurto. Toda la tecnología que transita por las carreteras y aceras sin supervisión es susceptible de ser robada. Múltiples piezas pueden alcanzar valores elevados en el mercado de segunda mano, y el resto puede ser vendido como chatarra. El vandalismo es otro de los problemas a los que tendrán que hacer frente de un modo u otro.
Otra dificultad que ya se perfila en el horizonte es cómo escalar las operaciones. Cabe esperar que según aumente el número de triciclos y robots de reparto, la logística del sistema global será varios órdenes de magnitud más compleja.
A esto se suman también los obstáculos normativos que vienen de la mano con la utilización de vehículos autónomos. La ley de EE. UU. aún no es clara en este sentido, ni tampoco estable. Cada estado tiene su opinión al respecto, y esta cambia cada dos por tres según la tecnología avanza y los lobbies que espolean estos sistemas presionan a la administración.
Aún así, los logros de Kiwi hasta el momento hacen pensar de forma positiva en los muchos beneficios que traerá la robótica para restauración. Seguiremos la evolución de la start-up muy de cerca.