En la nueva etiqueta para salir a comer fuera de casa recientemente compilada por Tony Naylor, el contacto humano parece tornarse en un tabú. En el hexadecálogo del disfrute gastronómico para el siglo XXI se recogen pasajes tan inverosímiles como “no preguntes al personal acerca de su (…) vida”. Ni siquiera se permite una mano cordial sobre el hombro para loar un trabajo bien hecho.
Las relaciones humanas producen tantos momentos de contacto agradable como de contacto incómodo, y saber gestionar nuestras emociones es importante a nivel social. Prescindir de los pequeños altibajos para sumirse en la monotonía es una costumbre millenial que busca la mínima resistencia, el camino más fácil y con menores oposiciones.
Y aunque la tendencia general parece ser conceder terreno a la nueva generación mediante servicios más automatizados, realizados por máquinas inertes y carentes de sentimientos, hay un segmento del mundo de la restauración que aboga por una solución totalmente opuesta. Una suerte de resistencia, si así se desea llamarla.
El auge de los restaurantes con trato familiar
Es cierto que mediante métodos basados en la inteligencia de datos y en la incorporación de reconocimiento facial o identificación de credenciales durante la reserva telemática se puede llegar a imitar una relación cordial con la clientela habitual. Pero, ¿quien se decantaría por una relación de estraperlo cuando se puede conseguir el trato buscado genuino al mismo precio?
Tony Caballero es el vicepresidente de operaciones del Walk-On’s Bistreaux & Bar, una cadena de Luisiana que cuenta ya con 17 establecimientos en el sur de los Estados Unidos. Al Walk-On se le conoce en la zona por su menú innovador, el auténtico sabor cajún, los cócteles artesanos y la atmósfera de comandilla. Pero Caballero apunta que su mayor interés es conocer a cada uno de los comensales que entran en la puerta, convertirse en un restaurante con atención personalizada, con cercanía… humano.
El trato familiar con el que se adoctrina a cada uno de los nuevos fichajes de la cadena está dando sus resultados. El 85% del negocio se basa en la clientela recurrente, la cual, ampliamente satisfecha con el trato recibido, convierte al Walk-On en su opción predilecta para salir a comer fuera de casa.
La respuesta recibida ha sido tal que Tony Caballero está absorto en la creación de otros 105 locales. Estos irán apareciendo en diferentes lugares de la geografía norteamericana de aquí a 2023.
Lejos del país de la innovación y cuna de pioneros, otros negocios de restauración también se hacen eco de esta nueva tendencia para restaurantes. Es el caso del Taihei de Phuket, situado en el paradisíaco país de Tailandia. Con un aforo máximo de 35 comensales, este negocio también apuesta por crear un ambiente tranquilo donde se pueda atender debidamente a cada cliente de forma personalizada para que su experiencia de usuario sea sencillamente sublime.
De hecho, en España y México son cada vez más los establecimientos tradicionales que se publicitan y orientan su estrategia de mercadotecnia al trato familiar que siempre han dado. Basta ojear algunas reseñas en sitios como TripAdvisor para ver que uno de los aspectos más valorados es el trato personalizado y cercano: “Excelente servicio, trato agradable, todo muy rico”, “Lo recomiendo ampliamente por la buena calidad de los productos que ofrecen y su buen hacer en la cocina. El trato al cliente también es muy cercano y profesional”, “Comida bien hecha y trato familiar”… Revalorizar un activo que comenzaba a desvanecerse semeja que se convertirá en una tendencia para restaurantes a observar.
¿Qué es lo que realmente quieren las nuevas generaciones?
Puede que los millenials estén acostumbrados a las relaciones deshumanizadas, pero ¿es eso lo que realmente desean?
Alan Someck, instructor culinario del The Institute of Culinary Education de New York, lo pone en duda. Y lo hace con un buen argumento: “Una gran cantidad de gente, en estos tiempos y en esta era con uso extensivo de las redes sociales, buscan una verdadera conexión. Los restaurantes pueden asumir ese rol de muchas maneras”.
Someck accede a que algunos clientes solo están interesados por el precio. ¿Deberían preocuparse los restauradores? No mucho. En un entorno tan competitivo como el de la restauración cada pequeño cambio puede repercutir en el precio final del menú, pero el segmento poblacional atraído por la economía del producto muestra una baja fidelidad.
Si de algo nos sirve la experiencia del Walk-On es para ver el potencial de negocio que supone disponer de una extensa clientela recurrente. “Hay que proveer una experiencia relevante incluso después de que hayan salido [los clientes] por la puerta”, añade Someck.
Está claro que perder el norte con la aplicación de la tecnología no es la respuesta a los problemas de rendimiento de un restaurante. Tampoco lo es apostarlo todo por el trato personalizado. En el equilibrio está la respuesta. En palabras de David Scott Peters, un defensor más pragmático de los restaurantes con atención personalizada y propietario de un exitoso local en Fénix, “en el mismo instante en que se pierde de vista la experiencia del usuario, (…) las ventas bajan”.