La terraza del restaurante es una de las ubicaciones más solicitadas del local. No solo se está al aire libre disfrutando de una buena comida, sino que además tenemos la oportunidad de ver pasar el gentío y disfrutar con el trajín de la ciudad.
En España lo sabemos bien. Aunque nuestros clima es especialmente benigno, todos los años cuando llega el otoño tardío muchos restaurantes investigan cómo robarle unos días extra de terraza al año. En este sentido, los calefactores y los toldos protectores han sido dos de las soluciones con mayor adopción.
En EE. UU., no obstante, han ido un paso más allá. Para que las mesas exteriores estén disponibles todos los días del año, durante el invierno estas se protegen con unas cúpulas acristaladas que envuelven todo el área con una barrera transparente resistente a las condiciones meteorológicas adversas.
Pese a que la medida pueda parecer un intento desesperado por aumentar el volumen de negocio en los meses de invierno, la realidad es que varias de las ciudades en las que han comenzado a aparecer estas estructuras son testigo de su tremendo éxito. Algunas localidades excepcionales alcanzan los 900€ por dos horas en el sistema de reserva, y a este monto hay que sumarle las consumiciones estipuladas, que serán de al menos 25 euros por comensal.
El precio puede parecer ridículo, pero hay que realizar varias consideraciones. En primer lugar el restaurador ha incurrido en un enorme riesgo en forma de inversión inicial solo para ir contracorriente. Lo normal en esta época del año es que no haya terrazas disponibles, especialmente en el norte de Estados Unidos, donde las borrascas de nieve son habituales. Por otra parte, las bóvedas de cristal acogen a un buen número de comensales, por lo que el importe total a pagar puede dividirse entre muchas personas, haciéndolo más asequible.
En el interés suscitado por las cúpulas de cristal para terrazas juega un rol importante la escasez. Este tipo de localidades exteriores para el invierno, donde uno puede ver caer los copos de nieve sobre su cabeza al mismo tiempo que está cómodo y caliente en la terraza, no se ha generalizado en absoluto, aunque la situación actual dista mucho de la inicial, la cual queda ya tres años atrás.
De momento son pocos los restaurantes que se han aventurado a montar esta suerte de carpas en su área exterior, aquí os dejamos algunos ejemplos:
El restaurante Lumen de Detroit (Michigan)
El Lumen es un restaurante de diseño diáfano con grandes espacios acristalados que ofrecen buenas vistas a la zona histórica en la que se encuentra: el choque de calles entre el casco viejo de Detroit y las zonas de nueva urbanización.
Al mando de los fogones está el chef y gerente Gabby Milton, quien junto con su equipo de cocina es capaz de sacar una plétora de platos originales como el salmón a la plancha acompañado de quinoa, espárragos y chimichurri o la ensalada de inspiración asiática a base de repollo, pimiento rojo, edamame, semillas de sésamo y aderezo de vinagreta de jengibre.
Pero lo que realmente llama la atención de Lumen no es su emplazamiento. Tampoco lo es su decoración. Ni tan siquiera la delicada selección de platos que figuran en su carta. Lo que verdaderamente atrae al público son los globos de cristal del exterior del local, adecentados con muebles más propios de un refugio de montaña de lujo y con una manta blanca a modo de alfombra que aporta mayor calidez y bienestar.
En el Lumen no obligan a realizar un mínimo de consumición, pero los precios siguen sin ser precisamente baratos, aunque por suerte para los comensales se facilita la entrada por orden de llegada, sin que sea necesaria una reserva, ni tan poco un deposito.
Claro está, no es así en todos los casos.
El restaurante Bardo de Mineápolis (Minnesota)
El restaurante Bardo es uno de los locales familiares de la ciudad de Mineápolis. Allí han realizado una aproximación mucho más agresiva a las terrazas de invierno. Sus cúpulas traslúcidas tienen un esqueleto geométrico formado por tubos corrugados de plástico blanco, y sobre este, descansa una fina película de plástico que deja adivinar el exterior. Al bajo coste de la instalación hay que añadir el alto precio que cobran los restauradores responsables de este establecimiento.
Se trata de un récord. Las seis sillas colocadas en torno a la mesa cuestan 1000 dólares en los momentos de mayor demanda, como fue el caso por ejemplo de la Super Bowl LII celebrada recientemente, cuando hubo lleno absoluto e imposibilidad de dar servicio a cientos de amantes del rugby.
Además, el acceso requiere una reserva con depósito por el 50% del importe., que se pierde en caso de no poder asistir. Pese al precio, todos los asientos dentro de las Bardomes, así se ha acuñado a estas estancias exteriores, quedan ocupados en los grandes eventos, e incluso durante muchos otros días cualesquiera.
La gran demanda por comer o cenar en una de estas cúpulas no es un fenómeno inherente e único al Bardo, no obstante.
El restaurante Publico de Atlanta (Georgia)
El Publico es una restaurante fusión que une la cocina latina con la gastronomía y filosofía culinaria oriental. En enero de este año, durante la oleada de frío polar que batió marcas de temperaturas mínimas en EE. UU., Mike Duganier, propietarios del restaurante, seguía recibiendo media centena de correos electrónicos diarios de clientes con intenciones de reservas uno de sus iglús de cristal. Por supuesto, estos llevaban ya mucho tiempo reservados.
De momento solo media docena de cúpulas están disponibles, pero dado el rotundo éxito que han tenido, Mike está considerando qué hacer de ahora en adelante con esta afluencia de nuevos clientes inesperada.
Lo que ya es una certeza es que la iniciativa ha cambiado por completo el panorama económico previsto para los meses posnavideños y previos a la primavera cálida. Por un lado, la terraza del Publico siempre había permanecido desierta en estas fechas, mientras que ahora media centena de plazas adicionales se llenan con cada turno de cocina.
Otro de los efectos positivos que han experimentado en el Publico es el inusitado interés que está despertando en las redes sociales, ya no solo por la aventurada apuesta de sus iglús de cristal, sino también por la comodidad y permisividad de estos espacios exteriores, que dan la bienvenido a cualquier cliente, pero también a sus mascotas, si es que los propietarios las traen consigo. Por todo ello, la opinión y valoración digital del restaurante de cocina fusión ha subido como la espuma.
La tendencia de las cúpulas de cristal para terrazas
En 2016 y 2017 hemos asistido a una extensión de este tipo de estructuras, que después de aparecer de forma notable en el hotel Watergate de Washington D. C., ha cogido tracción por EE. UU., e incluso fuera de las fronteras del país americano.
El principal fabricante de este tipo de mobiliario para restauración es Gardenigloo, que lleva empeñado en crear las mejores cúpulas de cristal para terrazas desde 2013, año en que se fundó la compañía.
En la actualidad disponen de varias versiones, desde aquellas de corte veraniego con rejilla de malla fina para impedir la entrada de dípteros hematófagos a la estancia hasta aquellos hemisferios con placas de PVC, que son las que se han puesto de moda en las ciudades con inviernos fríos. La inversión inicial es de aproximadamente 750 euros por cada cúpula.
Las cúpulas ofrecen muchas ventajas, por eso cada vez son más los restaurantes que no pueden ignorar los beneficios que su instalación traería, a saber:
- Posibilidad de rentabilizar los espacios exteriores durante temporadas con climatología adversa.
- Gran interés y demanda que se traduce en la disposición a pagar altos precios por su reserva o arrendamiento.
- Generación de conversación orgánica en redes sociales y círculos de internet, entre otros medios; o lo que es lo mismo, opera en segundo plano como estratagema publicitaria.
Y lo mejor de todo es que hay pocos contras. Uno de los más comentados es el hecho de que no todos los implicados en la comida o cena se libran del mal tiempo. Los camareros que sirven en estas estancias han de llevar los platos desde la cocina hasta la cúpula, completamente expuestos a la intemperie. Además, el acceso a los iglús o burbujas no es sencillo, es necesario abrir una cremallera, cierre de corchetes o exclusa para entrar, esto hace que el desarrollo de todas las acciones asociadas al servicio de camarería sea un poco incómodo. Sin querer entrar en la normativa local que existe en cada ciudad y que regula la instalación de terrazas.
Pero si con ello nuestra caja está a rebosar durante los peores días de invierno, merece la pena, ¿o acaso no?