Para sobreponerse a las restricciones impuestas para combatir al SARS-COV-2 los restaurantes están explorando las ventajas que les confieren las nuevas tecnologías. Una de las más prometedoras es, sin duda, la robótica, que tiene aplicación en todos los ámbitos del restaurantes, desde la cocina hasta los salones, trascendiendo incluso más allá de las paredes que definen el local.
No, no es una exageración. La robótica para restauración también se ha hecho un hueco en las calles, más precisamente como robots de reparto.
Los robots de reparto son en realidad pequeños vehículos autónomos capaces de navegar distancias cortas por las aceras, evitando el tránsito de los peatones y los posibles obstáculos que puedan complicar el trayecto. En EE. UU. están en funcionamiento desde hace años, principalmente en entornos más o menos controlados y bajo el paraguas de un proyecto piloto. Este es el caso en los campus universitarios, como veremos más adelante.
Algunos otros modelos, sin embargo, son lo suficientemente avanzados como para operar sin problemas en medio de la ciudad y los hay incluso que logran cooperar con auténticos vehículos autónomos para cubrir distancias mayores. No obstante, los que más éxito están cosechando son los pequeños modelos autónomos diseñados con pequeños recorridos en mente.
Un ejemplo del éxito obtenido lo tenemos en la Universidad de Berkeley (California, EE. UU.), donde los estudiantes puede recibir un pedido ejecutado de forma remota gracias al Kiwibot, uno de estos robots de reparto. En el campus californiano ya llevan funcionando desde hace tiempo, pero la crisis del coronavirus ha traído un cambio consigo: el número de unidades que recorren la universidad se ha triplicado.
Esto se debe en gran medida a que los jóvenes no desean cambiar sus hábitos de consumo, pero dado que cursan estudios terciarios y conocen bien los peligros que entraña un virus altamente contagioso y apenas conocido, prefieren no asistir en persona a los restaurantes que venían visitando con anterioridad a la pandemia del coronavirus.
Para poder seguir disfrutando de sus comidas en el campus, sin desplazarse de vuelta a sus dormitorios o casas, ni tener que traer comida precocinada de casa, no ha quedado más remedio que aumentar considerablemente la flota de robots que pasean por la zona universitaria.
El modelo de Kiwibot que se ve ahora por el campus tampoco es el mismo que se veía hace unos meses. Ha sufrido algunos cambios para adaptarse a los tiempos que corren. Y es que aunque el reparto de comida a puntos de entrega predefinidos vía robot permite mantener las medidas de distanciamiento social impuestas por las administraciones locales, no soluciona otro problema que también tiene su relevancia: las superficies de contacto compartidas.
Para minimizar los riesgos que el servicio robotizado pueda tener, los desarrolladores del modelo lo han equipado con gel hidroalcohólico para que los clientes puedan lavarse las manos antes de abrir la cámara que contiene su pedido. David Rodríguez, directivo en la empresa desarrolladora apunta que la gente ve al Kiwibot como un elemento más seguro que les permite disfrutar de sus platos favoritos de forma rápida y cómoda, al mismo tiempo que cuidan su salud y la de los demás.
Kiwibot ha conseguido llamar la atención también de nuevos socios. Es el caso de Jerry Wang y Wendy Warren, copropietarios del Paper Moon Coffee Co. de San Jose. Después de observar la enorme demanda que han suscitado los servicios de reparto domiciliario de comida entre la población durante los periodos más duros de la cuarentena, los dueños de la cafetería se percataron que Kiwibot les permitía llevar su café adonde fuera necesario y además se conseguía eliminar una interacción humana al prescindir del repartidor que, en caso de contar con Deliveroo, Uber Eats o cualquier otra empresa especializada en reparto para restaurantes, tendría lugar al realizar la entrega.
Desde hace unos meses están trabajando con el pequeño robot de reparto y no podrían estar más contentos. Destacan especialmente la limpieza del sistema, la fiabilidad, la velocidad y, por encima de todo, la capacidad que tiene el dispositivo para recuperar la confianza de la clientela. Una clientela que en gran parte se siente desorientada, confusa y paralizada por la falta de información, poca fiabilidad y escasa transparencia que existe en el país americano.
Kiwibot no es la única marca que se está beneficiando de la complicada tesitura actual. El Steins Beer Garden de Mountain View también tiene un robot de reparto ahora. Se trata de la unidad robótica Starship de Starship Technologies, una empresa tecnológica emergente afincada en la ciudad de San Francisco que, de acuerdo a declaraciones de su cúpula directiva, también está haciendo frente a una enorme demanda.
Y exactamente lo mismo le ha ocurrido a otra empresa de la zona, enfocada también al mundo de los robots para restauración. Bear Robotics, una pequeña compañía formada recientemente, tiene que atender un número de pedidos que apenas puede suplir.
Los robots de reparto han demostrado contar con una tecnología suficientemente avanzada como para realizar el cometido para el que fueron diseñados, sin importar las circunstancias. Sin embargo, los principales dinamizadores de su adopción son externos. Su adopción se está viendo beneficiada por la pandemia, el distanciamiento social, los salarios al alza de los repartidores, y los escollos legales a los que se enfrentan en este preciso momento las compañías de reparto domiciliario de comida; sin embargo, los propios robots también están sujetos a estricta normativa y vacíos legales todavía sin legislar.
En cualquier caso, todo apunta a que serán más frecuentes en nuestras calles con cada año que pase.