La superpoblación humana nos ha puesto en una terrible encrucijada. Desde la década de los setenta consumimos más recursos de los que el planeta puede regenerar de forma natural, y el ritmo con el demandamos materiales a la Tierra no hace sino acelerarse.
La acidificación de los océanos, el cambio climático antropogénico, la pérdida de valor nutritivo de los cultivos, la contaminación de los suelos, la polución de las aguas y muchos otros fenómenos perniciosos para el medio natural y la salud de las personas, tienen su origen en una población humana insostenible.
Los científicos ya han apuntado que el surgimiento del SARS-CoV-2, el dichoso coronavirus que mantiene al planeta en ciernes, se debe en parte al desequilibrio entre el medio natural y los humanos. El virus, procedente probablemente de pangolines o murciélagos salvajes, no hubiera tenido oportunidad de alcanzarnos de no ser porque nosotros mismos hemos irrumpido en los hábitats de estos animales con nuestra mentalidad extractivista del medio.
Mientras nos ponemos de acuerdo para actuar sobre el verdadero origen del problema, rompiendo en el proceso tabús políticos y sociales marcados a fuego en nuestro ser, solo queda la posibilidad de instaurar tantas medidas paliativas como sea posible. Esta es la única forma en la que podremos mantener nuestro nivel de vida sin sacrificios inaceptables.
El mensaje de preocupación que comienza a calar en la población, en especial entre los más jóvenes (que son los que se enfrentarán a tiempos más duros), se extiende ahora a las empresas, que ya no pueden dejar sin respuesta las plegarias de los consumidores. McDonald’s ha escuchado fuerte y claro las peticiones de su audiencia objetivo, y por eso la afamada cadena de hamburgueserías está estudiando, de forma seria y meticulosa, poner punto y final al uso de los plásticos en sus establecimientos.
Con la experiencia Better McDonald’s que el líder del segmento de la comida rápida ha puesto en funcionamiento en algunos de sus restaurantes en Alemania, McDonald’s reivindica una mayor sostenibilidad en la restauración, y lo hace con un buen ejemplo, eliminando todos los plásticos de los locales que participan en la iniciativa.
Así, los envases para las hamburguesas dejan de usar espumas plásticas de alta densidad para emplear un material mucho menos glamuroso, pero también más respetuoso con el medioambiente. Los nuevos estuches se hacen con hierba prensada, un material que ofrece similares características mecánicas y que conserva mejor las patatas recién sacadas de la freidora y los filetes aún humeantes. Por supuesto, la hierba prensada no ofrece ningún desafío durante su descomposición, puede usarse como compostaje ya que los microorganismos detritófagos convierten este interesante material en abono en tiempo récord.
Las pajitas desechables, en proceso de prohibición por todo el mundo, ya en vigor en la Unión Europea, se sustituyen en las Better McDonald’s Stores por pajitas de papel. Aunque el cultivo de árboles para pulpa tiene un impacto nada desdeñable sobre nuestro paisaje (véase el destrozo causado por el eucalipto en Galicia y Asturias), a efectos de reciclaje son superiores a las de plástico. Mejores aún son las pajitas reusables de acero, que sin duda son el futuro que le espera a este adminículo culinario.
El papel hizo acto de presencia también en las bolsas de papel en las que se entregaban los McNuggets, quedaba en el olvido el cartón encerado que se usa habitualmente. Y la mostaza, kétchup, mayonesa y diversas salsas que la gran eme ofrece gratuitamente para condimentar las hamburguesas se dejaron de servir en bolsitas de plástico individuales para entregarse en recipientes comestibles hechos con masa para gofres, suficientemente resistentes e impermeables como para contener los líquidos durante una prolongada comida.
Los Better McDonald’s Stores que funcionaron por un breve periodo de tiempo en Alemania a modo de prueba preliminar demuestran que un restaurantes sostenible libre de plásticos no es una imposibilidad técnica, y que implementar medidas ecorresponsables en la industria es ya solo cuestión de voluntad. Por supuesto, como ocurre en toda gran operación de restauración organizada, la cuestión económica está sobre la mesa.
Para McDonald’s, la experiencia, diseñada con claros fines mediáticos, sirvió también para recopilar valiosa información sobre las necesidades y expectativas de los consumidores modernos, así como para recaudar impresiones acerca de las diferentes soluciones alternativas empleadas en materia de envasado, empaquetado y precintado.
Un paso que desde un punto empresarial es necesario, ya que el consumidor no siempre está preparado para hacer los pequeños sacrificios que van de la mano con una mayor sostenibilidad en los restaurantes. Recordemos que cuando McDonald’s retiró las pajitas de plástico en Reino Unido, la población se organizó para pedir que regresaran. Más de 53 000 personas firmaron tal petición.
Desde la oficina de sostenibilidad de McDonald’s en Alemania saben perfectamente que no tienen sustitutos perfectos para los objetos de plástico que se usan de forma cotidiana en los establecimientos de la cadena. Por eso toda la información extraída de este proyecto piloto será de gran ayuda a la hora de evaluar qué medidas imperfectas causan las menores inconveniencias en los clientes de McDonald’s.
Un acuerdo intermedio entre la comodidad del usuario y las necesidades del planeta que, con el egoísmo consumista imperante hoy en día, es digno de profundo elogio. Otras marcas de comida rápida como Dunkin’ Donuts han sido menos atrevidas, abandonando de forma temprana los esfuerzos de I+D+i en los que se hallaban sumergidos al no poder encontrar una solución suficientemente buena al problema del plástico.
Y es que nuestra dependencia actual del plástico no es anecdótica o fruto de la fortuna. Esta familia de materiales presenta unas propiedades increíbles, pero su durabilidad y resistencia al deterioro no solo lo convierten en uno de nuestros mayores aliados, sino también en un problema logístico de dimensiones colosales.
En la actualidad es evidente que la lucha contra el plástico ha de combatirse en todos los frentes abiertos. Disminuir su utilización en aplicaciones en las que no es estrictamente necesario es un paso adelante, igual que lo es reducir el consumo de elementos desechables, sean cuales sean los materiales con los que estos están fabricados.
Cuáles son las medidas que acabarán imponiéndose es algo difícil de predecir, aunque la radicalidad de las mismas tendrá mucho que ver con la severidad de los fenómenos climatológicos adversos anómalos que la población sufra en años venideros. En caso de que las sequías, oleadas de calor y precipitaciones extremas sean graves, las iniciativas que hemos visto el pasado verano en las Better McDonald’s Stores sin duda se quedarán cortas y la sociedad abogará por medidas anticonsumo mucho más profundas.