Llevo innumerables viajes a Mendoza y tengo que reconocer que todos son diferentes. En cada viaje descubro algo nuevo que me sorprende. Mendoza es la región más rica en vinos de Argentina, con el 70% de la producción de vino del país.
En las últimas décadas, ha alcanzado un alto nivel internacional y cuentan con el reconocimiento de expertos como Parker o Suckling, y una amplia aceptación de los mercados mundiales más exigentes.
La industria de la vitivinicultura en Argentina ha tenido distintos momentos claves, que han provocado cambios conceptuales, modificando la forma de elaborar el vino, su perfil y sus características.

La complejidad del vino viene determinada por los elementos que intervienen en él. Y es Mendoza donde la riqueza de todos ellos tiene el mismo tamaño que la Cordillera y los cóndores que la sobrevuelan. Las horas de sol, la amplitud de las temperaturas entre el día y la noche, la variedad de los suelos aluvionales, el talento de las personas que intervienen en los procesos y las cepas que se han adaptado maravillosamente y algunas enamorado del terruño como la Malbec.
Cada salto de calidad tiene un agente humano dinamizador y potenciador. Michelle Roland influenció para convertir los vinos argentinos en vinos más internacionales; equilibrados, con menos aristas, de más fácil aceptación en el mundo. Junto con Daniel Pi, uno de los mejores enólogos de Argentina, crearon el emblemático Iscay, un referente infaltable. Las últimas añadas del Iscay elaboradas por Daniel Pi y Marcelo Belmonte son sin duda una de las joyas más premiadas.
Roberto Cipresso llegó con toda la carga de la tradición italiana para contarnos que Argentina no sólo podía ser Malbec, sino que debía ser terroir; lo que protagonizó una nueva revolución. El varietal perdió protagonismo en las etiquetas y las Fincas empezaron a contarnos que cada suelo habla en el vino. Él nos ha dejado algunas joyas que llevaré por siempre en mi memoria gustativa. Hoy sigue con proyectos en regiones y alturas impensables, que espero que pronto nos sorprendan.

La particularidad del suelo
Mendoza tiene una cordillera impactante con alguno de los picos más altos del mundo. Ríos caudalosos de montaña sobre los que disfrutamos haciendo rafting con amigos como Javier Gila y Diego Coquillat.
Cuando miras hacia el Oeste y ves los picos nevados de 6.000 o 7.000 metros, piensas que siempre han estado allí, pero no es así. Aquellas montañas que hoy se ven, fueron lecho marino y están llenas de fósiles, no todos de pequeño tamaño. Puedes encontrar fósiles de animales gigantescos que vivieron en el mar y que hoy yacen a miles de metros altura.
Pero el más importante legado geológico que nos han dejado durante millones de años, sin duda es el suelo aluvional, diverso, que cambia constantemente en unos pocos metros y nos sorprende con nuevas características.

Y allí aparece Sebastián Zuccardi para cambiar la manera de entender y elaborar el vino. Él y su equipo clasifican en su Bodega Piedra Infinita cada metro de terreno y lo subdivide en polígonos según las características del suelo, dando lugar a micro elaboraciones, cada una con una personalidad diferente.
Sebastián ha decidido que la tierra hable en el vino, que cada copa nos cuente una historia diferente del planeta, una sensación, un pasado de millones de años diferente.
Ha cambiado la fermentación en metal por el concreto, ha minimizado el impacto del paso por madera y llamado a cada vino con un nombre y apellido diferente. Los vinos han dejado de ser un promedio de una misma cepa para convertirse en un vino único e irrepetible.

Sebastián Zuccardi, criado entre bodegueros, ha dejado una huella que permanecerá por muchos años en la vitivinicultura argentina. Es el portador de un nuevo aluvión, esta vez de sensaciones y emociones. Un antes y un después.
Por todo ello, Mendoza se ha convertido con el paso de los años en una de las zonas más innovadoras de vinos de todo mundo, un ecosistema donde confluyen de una forma única elementos naturales con el talento y el arraigo de personas que han dedicado su vida a entender la tierra donde viven.