Son muchos los servicios que hoy en día se debaten por abrirse un hueco en un mercado emergente y bullicioso como es el del reparto de alimentos a domicilio.
Cada iniciativa es diferente. Tanto en concepción como en funcionamiento. Gracias a ello empresas como GrubHub, Deliveroo, DoorDash, Seamless, Caviar o Postmates pueden contar con una clientela recurrente que confía ciegamente en los servicios que prestan y gracias a la cual pueden proyectar su crecimiento futuro y alcanzar nuevas cotas.
En un escenario tan dinámico y afectado por la transformación del paradigma comercial, la llegada de una nueva generación de consumidores al mercado y la interconectividad; la última apuesta que está causando furor es la presentada por Instacart.
Instacart va más allá del mero reparto de menús y alimentos preparados, los profesionales que conforman la plantilla de la start-up son auténticos personal shoppers de la alimentación. Pero… ¿Cómo funciona todo esto realmente?
Los engranajes de una compleja maquinaria: los departamentos interrelacionados de Instacart
Los fundadores de la empresa, Apoorva Mehta, Max Mullen y Brandon Leonardo, son conscientes de las oportunidades que entrañan en uso de las nuevas tecnologías. Así, además de los personal shoppers, la plantilla de atención al consumidor y los gerentes, la empresa cuenta con toda una plétora de puestos de trabajos con claro énfasis en el apartado de la innovación.
Desde analistas de datos hasta auténticos ingenieros especializados en la gestión de macrodatos, pasando por expertos en escalabilidad de negocios, diseñadores de UX y programadores front y back end.
Todos estos departamentos trabajan en comandita para llevar esta nueva propuesta al éxito. Y lo están consiguiendo. El reparto domiciliario de alimentos no podría ser ejecutado de forma más sencilla.
Lo único que necesitan los clientes que deseen probar Instacart, de momento solo disponible en algunas ciudades de EE.UU. y Canadá, es descargar la aplicación ligera para terminales móviles y registrarse como usuario.
Instacart hace gala de acuerdos comerciales con muy diversos establecimientos, entre los cuales cabría destacar los contratos de colaboración firmados con Kroger, Albertsons, Ahold, Publix y H-E-B, las cinco mayores cadenas de alimentación en Estados Unidos; así como grandes plataformas comerciales como Walmart y Costco. Tampoco es cuestión baladí el trato con la filial de Amazon, Whole Foods, que continúa vigente hasta 2021. No se llega a obtener un valor de mercado de 4200 millones de dólares de cualquier manera.
Para los usuarios, esto significa que pueden acceder a sus productos de siempre a golpe de botón. Una vez que el encargo está hecho este es atendido con la máxima celeridad por los responsables de compras. He aquí una de las razones por las que Instacart está arrasando en el mercado.
Aparte de incorporar nuevas tecnologías como el aprendizaje profundo o la regresión por cuantiles, la compañía no pierde el toque humano. La persona que tome los productos de los estantes de los supermercados hará todo lo que esté en su mano para que los artículos recibidos por el comprador telemático estén prístinos.
Una de las mayores preocupaciones, y motivo por el que carnicerías, pescaderías y fruterías tienen dificultades para convertirse en plataformas de venta en línea con reparto domiciliario es que los potenciales usuarios no se fían de recibir una carne fresca, un pescado en buen estado o una fruto en el punto apropiado de maduración. En cierto sentido, este segmento de comercializadores de alimentos se ha estancado en la aplicación de las nuevas tecnologías.
Aquellos que confíen en Instacart no tienen nada que temer. No tendrán que preocuparse de que el cartón de huevos contenga algún huevo roto. Ni de que sus tostados favoritas vengan hechas migas dentro de la bolsa. Ni tampoco de que el detergente tenga una fuga y haya manchado otros artículos.
La fruta será seleccionada con cariño, se exigirá lo mejor en la carnicería y solo los productos del mar más frescos llegarán a la cesta. Y todo ello ha de agradecérsele a los personal shoppers de alimentación, el grueso de la plantilla de Instacart que consigue que toda la maquinaria funcione en conjunto y sin imprevistos.
Finalmente el cliente final solo tiene que preocuparse de abrir la puerta de su hogar para recoger el pedido, que le será entregado con la máxima brevedad posible.
¿Quién usa Instacart?
Una de las primeras cosas que se le achacan a este tipo de servicios es el encarecimiento de la cesta de la compra. Instacart no es una excepción en este sentido. No obstante el aumento marginal del importe es moderado y muy competitivo. A partir de unos seis euros adicionales se puede recibir desde los productos básicos para el día a día, como platos preparados en híbridos mercado-restaurante como Whole Foods.
Las familias que tengan que rellenar a menudo la despensa o recurrir a los menús que ofertan algunos de los establecimientos asociados para salvar la hora de la comida en un día complicado, pueden beneficiarse de una suscripción anual cuyo importe es de 120 euros, según el tipo cambiario.
Es decir, con tan solo, veinte compras anuales se amortiza la membresía. Instacart se asegura así de que un buen número de sus usuarios formen parte de la clientela recurrente que, al fin y al cabo, genera una base de beneficios poco variable en el tiempo sobre la que planificar mejor los embates al mercado.
Como es habitual en EE. UU., hay que considerar también otros gastos, como por ejemplo las propinas, que los desarrolladores han integrado profundamente en el software. La versatilidad de la aplicación permite incluir cualquier otro gasto a considerar dependiendo del socio corporativo, y en caso de que Instacart se fuese a introducir en el mercado europeo (algo sobre lo que no se han pronunciado aún los directivos de la compañía), aquellas pantallas innecesarias pueden ocultarse con relativa facilidad.
Desde luego, no es un servicio para aquellos consumidores preocupados con controlar hasta el último centavo en su bolsillo, pero quienes ven cómo su tiempo libre es limitado y sufren dificultades para comprar los productos que necesitan y cocinarlos, día sí y día también, el coste extra de comprar por Instacart no es un gasto sino una inversión.
El servicio se erige ahora en Estados Unidos como un aliado indispensable del trabajador ocupado. Y nos preguntamos, ¿llegará a Europa? Hay quien lo necesitaríamos.