Diego Coquillat - El Periódico de los Restaurantes

Nueva York convierte sus calles en un gran restaurante

Las limitaciones de aforo a las que hacen frente los restaurantes a menudo ponen en entredicho la viabilidad del negocio. Desde que se desatase la pandemia, una de las mayores exigencias del colectivo de la restauración ha sido la posibilidad de ocupar espacios públicos de forma que las medidas de distanciamiento social no tuviesen un impacto directo sobre el porvenir de sus empresas.

Después de muchas negociaciones, se ha convertido en una realidad en la ciudad de Nueva York. Siendo una de las grandes afectadas durante la primera ola, la ciudad liderada por la Estatua de la Libertad ha sido beneficiada con un reacondicionamiento de sus vías.

Multitud de calles, avenidas y otras vías de comunicación dentro de la metrópolis han dejado de ser espacios destinados a los coches para convertirse en una parte trepidante de la vida social neoyorquina.

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El plan inicial es convertir espacios para aparcamiento a exteriores gestionados por restaurantes de forma permanente. De esta forma Bill de Blasio, alcalde de la ciudad, pretende ayudar a los restauradores que están pasando por uno de los momentos más complicados de toda su carrera laboral.

De acuerdo a las palabras de un portavoz del gobierno local, 10 000 restaurantes ya se han decantado por participar en este iniciativa. Hecho que demuestra la enorme demanda de este tipo de propuestas. Desde la alcaldía se teoriza que gracias a esta medida podrían llegar a salvarse hasta 100 000 puestos de trabajo. A grandes rasgos un uno por ciento de la población activa total de la ciudad.

Aunque todavía no se ha desvelado por completo cómo funcionará el plan, algunos de los puntos más importantes sí que se conocen. Cabe destacar los siguientes:

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  • Los restaurantes estarán totalmente autorizados para establecer mesas y espacios protegidos en la calle, incluyendo aceras y arcenes habilitados para tal efecto.
  • Los restaurantes tendrán la posibilidad de entablar acuerdos puntuales con los propietarios de tiendas adyacentes para extender su espacio más allá de la zona asignada a su fachada.
  • Los restaurantes podrán emplear calefactores en los espacios públicos donde estén operando. No se permitirá cualquier instrumento calefactor, los modelos aceptados tendrán que cumplir con una serie de exigencias en materia de consumo y seguridad que todavía no se han consensuado.
  • Los restaurantes serán objeto de las limitaciones de aforo vigentes en comedores cuando decidan cerrar los espacios exteriores con mamparas, paredes o cristales prefabricados. El gobierno de la ciudad ofrece así, efectivamente, dos modelos de negocio: uno más confortable pero con menor aforo disponible y otro expuesto a las condiciones climáticas (solo suavizadas por los calefactores y posibles carpas abiertas) sin tales limitaciones. Queda a juicio del hostelero qué vía repercute más beneficios en su caso concreto. Se podrá pasar de un modelo de negocio a otro a voluntad y sin necesidad de reportar a la alcaldía.
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Actualmente 87 calles están operando de esta manera con motivo de la crisis del coronavirus. Se han convertido en un gran éxito, ejemplo para posteriores propuestas. Tanto es así que de Blasio ha movilizado a sus ediles para que se aprueben más calles, y que estas sean tomadas por el público, en vez de ocupadas por los coches, durante todo el año.

La medida ha devuelto el bullicio a las calles de Nueva York, ciudad que se había sumido en un estado de ánimo depresivo después de la dureza con la que fue golpeada en marzo y abril, cuando los cadáveres ocupaban grandes explanadas por no haber espacio suficiente en las morgues.

Además, el alcalde quiere blindar estas medidas frente a posibles cambios futuros en el gobierno local y por eso están buscando el apoyo de los grupos opositores. Quieren salvaguardar estos espacios para los negocios que crean una atmósfera social positiva de ahora en adelante.

Por eso, aunque de Blasio podría imponer estas medidas por decreto, se persigue un marco legal junto con el resto de partidos con representación en la ciudad para dotar al proyecto de continuidad a largo plazo. Algo que ha sido muy loado por los vocales del sector restauración, pues cualquier aporte de estabilidad y seguridad en su día a día es digno de aprecio en medio de una situación tan volátil como la causada por la crisis del coronavirus.

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La Alianza hostelera de Nueva York ha calificado este plan como una «expansión increíblemente importante». Y añadía: «Las comidas en el exterior han cambiado el panorama de las calles de Nueva York para mejor y ha sido una línea de seguridad vital para millares de pequeños negocios y puestos de trabajo a lo largo de las cinco barriadas durante la crisis de la COVID-19». Después de loar las medidas, el comunicado de la asociación concluía: «es un gran avance para reconstruir una ciudad más fuerte, robusta y habitable».

Las alabanzas no solo llegaron desde las sociedades de empresarios, sino que los consumidores y las élites políticas también expresaron su agrado con las nuevas medidas ofrecidas. Sin embargo, los mayores propulsores de la idea son aquellos que desde hace años llevan defendiendo la recuperación de los espacios públicos por parte de los ciudadanos. De acuerdo a estos visionarios, el paradigma de la ciudad de Nueva York acaba de cambiar. Y lo ha hecho para mejor.

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