Diego Coquillat - El Periódico de los Restaurantes

Purificadores de aire en los restaurantes para luchar contra un segundo confinamiento

En varias ocasiones los ciudadanos de Occidente hemos tenido la suerte de no sufrir los efectos nocivos de otras epidemias y pandemias de gran alcance, como puedan ser la del SARS, MERS o H1N1. Si algo podemos aprender de aquellas experiencias es que el proceso de vuelta a la normalidad es mucho más lento que el de descenso al caos.

La primera oleada del coronavirus ya remitió, y para ello fue necesario un confinamiento profundo que afectó a todo el tejido económico del país, y especialmente al sector turístico, hoteles y restaurantes incluidos.

Cuando el número de contagios diarios descendió, y casi como si se tratase de arte de magia, parte de la población aparenta haber olvidado los difíciles momentos vividos desde marzo: los ancianos muertos sin atención en las residencias, la habilitación de hospitales de campaña y morgues en edificios no concebidos para ello, o la desconcertante estampa de las furgonetas de megafonía advirtiendo de que los ciudadanos debían confinarse.

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Ahora, el número de brotes que surgen por toda la Península va en aumento, y aunque hay un esfuerzo de rastreo sobrehumano, no parece arriesgado afirmar que uno de estos brotes es susceptible de descontrolarse y causar una segunda oleada propiamente dicha.

Los restaurantes, así como otros locales estrechamente vinculados a la hora de relacionarse con otras personas, están en el punto de mira de epidemiólogos y administraciones que velan por la salud de las personas. Aproximadamente una quinta parte de los contagios totales tienen lugar en este tipo de negocios, y por ello es necesario aplicar medidas excepcionales para mantener las riendas sobre esta complicada situación que nos ha traído el coronavirus.

Sin embargo, toda esta normativa, que de uno u otro modo tiene un efecto negativo sobre los resultados económicos de los negocios hosteleros, es recibida a menudo con múltiples reticencias por parte de los empresarios del sector. Apelan que, con las estrictas medidas de distanciamiento, protección, higiene, acceso y uso de mascarilla, algunos clientes se sienten sobrepasados por las circunstancias y necesidades impuestas por estas, por lo que directamente deciden prescindir de los servicios prestados en restaurantes, bares y similares, y no salen de su casa. Por supuesto, esto es muy nocivo para el devenir de esos restauradores, pero también para la economía nacional.

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Nadie duda de que las medidas puestas en marcha en restaurantes y otros centros de ocio donde tengan lugar contactos estrechos entre personas y reuniones multitudinarias derivan en un descenso de la afluencia de clientes, pero lo que no se discute lo suficiente es el potencial efecto económico de la ausencia de esos requisitos en materia de salud e higiene.

Si nuestros conciudadanos asistieran despreocupadamente a los restaurantes, la proliferación del virus sería preocupante y pronto el miedo infundado en la población sobrepasaría las pérdidas económicas observadas ahora mismo. Así pues, es falaz apuntar que se está eligiendo entre ganancias o pérdidas, la dicotomía es entre pérdidas y pérdidas más graves aún o ruina.

El profesional de los restaurantes que quiera mejorar el volumen de negocio que está percibiendo actualmente debe hacerlo diferenciándose de la competencia mediante medidas originales que recuperen la confianza del consumidor. Este último objetivo debería estar siempre en mente durante las largas jornadas de trabajo: ¿cómo puede el restaurante ofrecer un ambiente más seguro para convencer a los potenciales clientes de que no hay riesgo en sus comedores?

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Esa es la perspectiva que se ha tenido desde hace meses en el restaurante Mordisco de Barcelona. Situado en la Passatge de la Concepció, Rosa Esteva regenta este conocido local, famoso por su estética ajardinada, las comidas saludables con opciones veganas y aptas para clientes con alergias alimentarias, así como por el plato estrellas: las patatas Bhután.

Para reclamar la atención de los clientes llegada la fase dos de transición hacia la nueva normalidad en la ciudad condal, Rosa decidió dar un paso al frente y aventurarse con la adquisición de un mobiliario electrónico rara vez observado en el entorno de la restauración. Gracias a los ingenieros de Urban Air Purifier, una start-up barcelonesa, y en colaboración con diversos grupos de investigación privados y del ámbito universitario como la Universidad Politénica de Cataluña, la Universidad de Barcelona, la Universidad Jaime I de Castellón, EURECAT y CIEMAT; ahora Esteva tiene en su local un purificador de aire con pantalla de monitorización de patógenos y partículas contaminantes en tiempo real.

Este aparato es capaz de filtrar hasta 2000 metros cúbicos de aire por hora, y devolverlos mediante una recirculación no turbulenta que impide la aparición de corrientes. Con una capacidad de filtrado del 99,97 por ciento, supera con creces la efectividad que cualquier mascarilla, incluidas las FFP2 y modelos superiores, pudieran aportar.

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Pero sin duda su mayor potencial es el de convencer a los comensales de que visitar el nuevo Mordisco, erigido sobre el clásico abierto en 1986 y puesto al día siguiendo tendencias de consumo y aplicando tecnología puntera, es un espacio seguro donde una persona hambrienta puede ir a disfrutar de un buen zumo natural, un tortilla abierta o un cóctel exótico sin mayor preocupación.

Este tipo de iniciativas son las que se necesitan en estos tiempos de crisis. Inventiva, innovación y atrevimiento que sirva para mantener activo el flujo monetario y que el país no se detenga por completo. Porque cuando no se siguen las directrices sanitarias al pie de la letra, cuando no se advierte a un visitante por no llevar mascarilla, cuando no se respeta la limpieza e higienización de mesas y sillas entre cliente y cliente, lo que estamos haciendo, por activa o por pasiva, es forzar la situación para que la única medida que nos pueda sacar del hoyo sea un segundo confinamiento.

El ejemplo de Rosa Esteva es un ejemplo a seguir. Seguridad y rendimiento económico son dos conceptos que van de la mano en la actualidad, por eso es un momento ideal para potenciar el funcionamiento y modo de operación de nuestro restaurante mediante conceptos como la robótica de cocina, camarería o reparto; los chatbots conversacionales aplicados en kioscos de autopedido o atención telemática; las opciones de pago contactless a través del móvil, siempre con monedero virtual a ser posible; y el acceso al mercado del delivery, tan en auge en la actualidad. El cliente es receptivo y el restaurante puede sacar buena tajada.

Aprovechar esta tecnología en una coyuntura tan compleja como la que vivimos hoy en día es riesgoso, sin embargo puede marcar la diferencia entre los establecimientos que sobreviven y aquellos que sucumben a la presión. Es uno de los momentos más difíciles de los últimos 100 años, hay que saber ver el lado positivo y apostar por la esperanza.

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