La facilidad para planificar las horas de trabajo es una característica cada vez más apreciada por los trabajadores a tiempo parcial.
Esto es especialmente cierto entre aquel segmento de la población que desempeña su profesión mediante contratos por horas y con horarios variables, como cabría esperar.
Ahora, un estudio que acaba de salir a la palestra de la mano de la plataforma de trabajo WorkJam poner números a la sensación que todos teníamos: un 61% de los trabajadores por horas que dejaron sus puestos de trabajo mencionan que los problemas de comunicación y las dificultades para acordar horarios de trabajo fueron los principales detonantes del abandono laboral.
El informe es el resultado de un trabajo de campo titánico en el cual se ha entrevistado a un millar de trabajadores por horas. Los encuestados respondieron a una serie de preguntas que, una vez interpretadas por los estadistas, nos abren las puertas a las perspectivas y necesidades de este colectivo.
Por ejemplo, entre los más jóvenes del grupo se percibe una clara tendencia a requerir el uso de su propio terminal móvil como medio para pactar las horas de trabajo con el gerente del local y con el resto de empleados por horas que se den cita en el establecimiento. En concreto 570 de los 1000 encuestados piensan de este modo. La satisfacción de los trabajadores está en juego.
Y es que el móvil no tiene por qué ser una herramienta usada únicamente para hablar o mandar mensajes de texto. 7 de cada 10 encuestados opinan que elegir una app móvil adecuada para decidir los horarios entre toda la plantilla usando los móviles personales es un paso adelante ya que reduce el número de discusiones que no conducen a ninguna parte, hace que la comunicación entre compañeros de trabajo resulten mucho más eficientes y elimina la incomodidad de trabajar con dispositivos ajenos.
El problema llega cuando los restaurantes han abogado por una política de cero tolerancia contra los dispositivos móviles. Es cierto que la electrónica de consumo puede ser fuente de desconcentración en el trabajo, pero por lo general las prohibiciones realizadas sin una consideración previa de las peculiaridades del ambiente laboral y profesional del restaurante deriva en una decisión con impacto negativo en la actividad económica del local.
Este tipo de políticas (conocidas como BYOD en EE. UU.) están ahora en tela de juicio.
Algunos negocios del sector restauración habían optado por aportar tabletas electrónicas con software propio que permitiese controlar con claridad el uso que se le daba a la tecnología. No obstante, los establecimientos más pequeños sufren con la inversión inicial que esto implica y además se exponen al riesgo real de que este tipo de mobiliario sea robado: pequeño y de elevado valor, las tabletas se convierten en un objetivo perfecto para los rateros.
La decisión acertada depende en gran medida de las circunstancias de cada negocio. Además de los puntos previamente citados, el reporte de WorkJam indica la versatilidad de los teléfonos inteligentes actuales, que poseen una verdadera capacidad transformativa en el lugar de trabajo cuando se usan de forma adecuada. Se recalca además que los restauradores que siguen prohibiendo los dispositivos sin criterio, solo por inercia, están posicionándose a ellos mismo en desventaja frente a otros negocios de restauración más permisivos.
El balance entre pros y contras es realmente importante. Los trabajadores por horas que se despisten con los dispositivos sufren de un mal autocontrol y seguramente acabarían causando ineficiencias en el lugar de trabajo de uno u otro modo. De hecho, para el responsable de recursos humanos esta puede ser una buena forma de cribar o cardar los candidatos a un puesto de trabajo en el local.
Pero las ineficiencias por una mala ética de trabajo no son el único aspecto negativo. El equipo electrónico propiedad del restaurador aumenta el control del gerente sobre la propiedad intelectual del local. Si el restaurante maneja recetas, información de los consumidores o cualquier otros tipo de dato sensible que no debiera caer en manos equivocadas, tiene más sentido prescindir de los móviles personales.
Así, la cuestión no es dar un sí o un no absoluto, lo correcto es evaluar la situación concreta y actuar en consecuencia.