Diego Coquillat - El Periódico de los Restaurantes

Asalto al bote de las propinas de los restaurantes: la reforma legislativa de Trump genera una gran polémica en EE.UU.

El turista que piense que viajar por el mundo occidental le vacuna contra desencuentros culturales, o se engaña o es que aún no ha viajado a EE.UU. Un comportamiento recurrente entre los estadounidenses es el énfasis desmedido que aplica el personal de servicio con tal de agradar al cliente: sonrisas forzadas, lenguaje zalamero y excesos de atención que se ven con recelo e incluso cierta inquietud. «¿Por qué me sonríen y no me quitan los ojos de encima?», se habrá preguntado más de uno.

La respuesta es que no hay alternativa posible, los integrantes de las plantillas de hostelería y restauración del país se limitan a avanzar impertérritos hacia un destino insondable. La cuna del hipercapitalismo y de la desigualdad socioeconómica ni siquiera garantiza los salarios mínimos para este colectivo. Los profesionales se ven forzados a presentarse artificiosamente amigables para convencer al comensal de que merecen ver recompensados sus esfuerzos con un extra, una propina.

Para desmayo de los trabajadores, todo esto es perfectamente legal y está profundamente engranado en la sociedad. Así, la legislación vigente contempla que el crédito en propinas se sume al sueldo del empleador. Si la suma alcanza el salario mínimo interprofesional, todo está en orden. ¿O tal vez no?

1La Vanguardia

Los turistas como víctimas habituales de las propinas obligatorias

Para los visitantes desacostumbrados a dar propinas, todo este tejemaneje es alienante. En España y en muchos otros países de Iberoamérica se premia con propinas el servicio excepcional. Y se entiende como tal, aquel que no es forzado sino que surge espontáneamente por el salero especial del camarero, la presteza en el servicio o un savoir faire difícil de caracterizar.

Sin embargo la realidad estadounidense es diferente. Allí la contribución es virtualmente obligatoria. No aportar un pequeño monto adicional al pago requerido por el local se considera poco menos que descortés.

Las consecuencias tragicómicas no se hacen esperar cuando los visitantes extranjeros, desadvertidos, reciben miradas de odio sin comprender el porqué o se devanan los sesos para averiguar cuál es el porcentaje correcto de la factura que deberían abonar como propina. En un intento por aliviar la situación, muchos restaurantes y bares han optado por indicar una propina recomendada en sus tiques, aunque también existen aplicaciones que ayudan a dilucidar la cantidad necesaria para que no le echen un mal de ojo a uno.

No siempre fue así, y parece que no siempre lo será. Esta moda de apoquinar un importe adicional se remonta, en el caso de Estados Unidos, a los años veinte. Por extraño que parezca, este es un desarrollo relativamente reciente, en el siglo XIX eran los extranjeros procedentes de allende los mares quienes, al arribar a Europa, se sentían extrañados por las vails británicas y las ubicuidad de las propinas en el resto de países del continente.

Los cambios que se avecinan en el sistema de propinas de EE.UU.

Hoy, el siempre tambaleante sistema de propinas de EE.UU. se bambolea descontroladamente, mecido por los empujones erráticos del actual presidente Donald  Trump. Y el tremor está causando un oleaje digno de atención en redes sociales y medios de comunicación.

Nada nuevo, pues el peculiar sistema de propinas estadounidense siempre ha sido motivo de convulsión. Sus defensores aportan vehementes argumentos y sus detractores acérrimos los combaten con soltura. De vez en cuando el mar revuelto salpica en la otra orilla del océano Atlántico. Por ejemplo, en 2017 proliferaron bulos por toda España que ponían en boca del Ministerio de Turismo la imposición de un sistema análogo y obligatorio con afán meramente recaudatorio.

Esta semana, la última ronda de consultas públicas sobre la nueva ley que el gobierno republicano de Trump pretende aprobar, ha vuelto a traer vientos huracanados a nuestra costa.

El Departamento de Trabajo de los Estados Unidos presentó el pasado cinco de diciembre una propuesta para regular las propinas bajo el Acto de Estándares Laborales Justos. El periodo de consulta fue prorrogado del cuatro de enero al cinco de febrero, cuando las discusiones online finalmente saltaron por los aires.

Para hacer la situación más incandescente, la propuesta llega repleta de irregularidades. Pululan por la red acusaciones de que el lobby de la industria hostelera mueve los hilos tras el germen de reforma. Aunque este aspecto concreto dista mucho de estar comprobado, sí que es innegable que el proceso carece del informe económico que suele adjuntarse, algo que ha propiciado el inicio de una investigación por parte del Inspector General del Departamento.

3La Vanguardia

Con todos los ojos puestos sobre la nueva norma, el informe económico serviría únicamente un propósito confirmatorio. La nueva ley dotaría a la gerencia de los negocios de control sobre las propinas percibidas por el servicio, permitiéndoles redistribuir o quedarse con 5800 millones de dólares, monto estimado que suponen estas aportaciones y que sería el principal efecto de derogarse las limitaciones que el expresidente Obama impuso a la hostelería en 2011.

Los senadores de la oposición denuncian la ofuscación de información y falta de transparencia con la que se está intentando producir la aprobación de la normativa, que ya se ha acuñado como una nueva demostración de los extremos a los que la Administración Trump está dispuesta a llegar con tal de favorecer los intereses de las grandes compañías en detrimento de las familias. Además, los demócratas no escatiman en comentarios sobre los catastróficos efectos que podría tener la reforma sobre los trabajadores.

Opinión pública sobre la potencial nueva ley de propinas en EE.UU.

Para muchos, enmascarada detrás de ideas bonitas como el fondo de propinas compartido y la redistribución de ganancias con el personal de cocina, se esconden numerosos vacíos legales que además de erosionar la confianza del público en los políticos, daría una ventaja injusta a los empresarios de la restauración.

En el famoso agregador de noticias y punto de encuentro social Reddit, un hilo de discusión ha batido récords de participación. Bajo el nombre «Compatriotas americanos, ¿cuál es vuestro sentimiento acerca de eliminar las propinas a cambio de salarios dignos en el sector servicios?», más de 11 000 personas opinaron abiertamente sobre uno de los principales temores, la desaparición de las recompensas personales al integrarse estas directamente en el precio final.

Entre las ventajas que el fondo de redistribución de propinas o tipping pool tendría se mencionaron las siguientes:

  • Reducción del carácter discriminatorio de las propinas. Asunto claramente evidenciado en la literatura científica: minorías y trabajadores poco apuestos están en desventaja.Concierne también al esfuerzo consensuado por frenar el sexismo, el acoso y la cosificación de la mujer. Y, para más inri, atenuaría el sentimiento de monetización de las relaciones sociales observado.
  • Moderar el éxodo masivo de profesionales de cocina, quienes percibirían aumentos salariales de hasta el 20% de acuerdo a los datos aportados por restaurantes donde se ha instaurado una política de cero propinas.
  • Eliminación de malas prácticas en el reparto domiciliario de comida, como por ejemplo los sobrecargos por servicios de reparto sobresalientes que no reportan económicamente al repartidor.
  • Combatir el desfalco a los organismos nacionales recaudadores. El sistema actual promueve las corruptelas, existiendo una alta correlación entre evasión impositiva y propinas. Algunos restaurantes que decidieron prescindir de las propinas se han visto obligados a retornar al paradigma anterior a causa de la doble imposición realizada por la agencia tributaria estadounidense. Este es el caso del Sous Berre de San Francisco. La gestión centralizada de las propinas repercutiría sobre las arcas del estado positivamente, pero serían necesarios cambios legislativos ulteriores que garantizasen en funcionamiento beneficioso del sistema de propinas.
  • Amortiguación de la incertidumbre laboral relativa a los salarios. Es menester recordar que actualmente la tarifa mínima por hora asegurada son unos míseros 2.13 dólares (1.73 euros al cambio).

5istockphoto

Por otro lado, existe una premonición compartida de que las ganancias en general disminuirían. Varios motivos sostienen este sentimiento. El más grave, sin duda, es la pérdida de un incentivo que motive a los trabajadores a dar un servicio mejor. Si bien este asunto es argüido, pues mientras que los clientes valoran el servicio con puntuaciones que oscilan un 4%, estas no se corresponden con los incrementos que suponen las propinas, que parten de un mínimo del 10%, y más a menudo se sitúan entre un 15% y un 20%.

Cierto segmento de la población que defiende la abolición generalizada de las propinas razona además los terribles fallos de fundamento sobre los que se erige esta ley. El más clamoroso es la máxima filosófica que impone la responsabilidad del pago en el empleador. Así, las propinas se entienden como una delegación de este compromiso en el trabajador. Los que abogan por este principio ven en la ley una acción insuficiente, carente de valor y que debería ser reescrita para subsanar los problemas de fondo existentes en la sociedad estadounidense.

Y mientras tanto, los ciudadanos del resto del mundo, observamos con perplejidad cómo se desarrollan estos eventos en el país más contradictorio del mundo occidental. Algunos de nosotros, probablemente, mientras le dejamos unas monedas al camarero de ese bar de toda la vida, más a modo de «olé», por ser casi un amigo, que por obligación.

5/5 - (2 votos)
Suscripción a Diego Coquilla; El Periódico de los Restaurantes

Deja un comentario

×